Se encuentran en una etapa muy avanzada los estudios para la
creación de la Contraloría General de la República, como un órgano
jerárquicamente superior a los organismos de la administración
central del Estado que estaría subordinado directamente al Consejo
de Estado y tenemos el propósito de presentar dicha propuesta en el
próximo período de sesiones de la Asamblea.
El proyecto concibe que este órgano asuma las funciones del
actual ministerio de Auditoría y Control, a las que se agregan
otras, pues se prevé otorgarle más facultades que las que suele
tener en determinados países, limitadas fundamentalmente al control
de los fondos públicos.
Dicho en pocas palabras, aspiramos a que contribuya de manera
decisiva a fortalecer la exigencia en el cumplimiento estricto del
deber por todas las estructuras de dirección, sin suplantar en sus
responsabilidades a los ministros ni a ningún otro funcionario.
Incluso, en los casos en que detecte la ausencia de normas o
regulaciones, promoverá que sean elaboradas y presentadas ante las
instancias correspondientes. En muchos lugares esa situación está
presente tanto en la empresa como en la nación.
¿Dónde está escrito cuáles son los deberes, cuáles son las
funciones, por las cuales ustedes tienen que dirigir su trabajo y
realizar las exigencias en el cumplimiento del deber de cada uno que
mencionaron aquí varios diputados refiriéndose a temas muy
concretos? Ausencia total de normas o regulaciones.
Esta Contraloría General de la República velará además por eso, y
le amplío el concepto, porque ya es hora de que muchos empecemos a
ver qué falta por regular dentro del área de trabajo de cada cual.
Todo requiere regulación como guía sobre la cual basar el
trabajo.
Exigir conlleva controlar, educar, orientar, prevenir y hacer
cumplir lo dispuesto; pero eso que tiene que hacerse cumplir; lo
dispuesto, tiene que estar escrito, no es por lo que se le ocurra a
cada cual. Si llegado el momento hay que sancionar a alguien, no
podemos limitarnos a los comisores directos de las violaciones. Debe
incluir también a los que con su actuar negligente propician o
permiten su ocurrencia, es decir, los llamados responsables
colaterales, que son precisamente los que no exigen.
Durante muchos años he meditado sobre estas cuestiones, en primer
lugar analizando críticamente mi propio trabajo y también el de los
demás. He llegado a la conclusión de que uno de nuestros problemas
fundamentales es la falta de exigencia sistemática a todos los
niveles. Observen, mediten, miren hacia un lado, miren hacia el otro
y también mírense hacia adentro.
Hay que estar siempre dispuesto a buscarse problemas y a
enfrentar incomprensiones. Dirigir es en primer lugar saber exigir,
desde la base hasta los niveles superiores.
No se puede dirigir y controlar y a la vez ser tolerante;
desempeñar el papel del "buena gente" como suele decirse
popularmente. De ahí los diversos calificativos, por lo regular
denigrantes, que les endilgan a cuantos actúan como realmente debe
hacerse.
Tampoco es posible dirigir sin dominar las disposiciones y
documentos rectores de nuestro trabajo. No estamos acostumbrados a
regirnos por los documentos, y cuando aparece uno, le vemos el
título y allá va a dormir a las gavetas. Hay que regir, se rige el
trabajo por documentos rectores, aprobados en los niveles
correspondientes, preferiblemente discutidos de manera democrática,
con la participación de todos los que deben participar y de los que
deben hacerlo cumplir.
En muy pocas instituciones de este país —las hay, muy pocas— está
regulado desde que usted ingresa hasta la forma en que lo tienen que
enterrar, si muere en ese organismo, y qué se hace en cada caso.
Cito esos dos extremos. Pero hay otros donde no se rigen por nada y
es muy común la violación inconsciente —y como cosa natural— de
regulaciones oficiales y de leyes de la República, de este propio
Parlamento, y no pasa nada.
Decía que tampoco es posible dirigir sin dominar las
disposiciones y documentos rectores de nuestro trabajo.
Lamentablemente, no todos tienen el hábito de estudiarlos ni
consultarlos con la periodicidad requerida, que es la única forma de
aplicarlos de manera consecuente.
La Contraloría no va a eliminar por sí sola estos problemas, que
provienen de vicios enraizados —tan enraizados como el marabú; pero
el marabú se arranca, el marabú se quema, y sobre la tierra que hoy
es protegida por lo menos por el marabú, pueden producirse frutos
útiles para el país—, pero contribuirá —me refiero a la Contraloría—
a la batalla que estamos librando contra ellos, con el apoyo de
otros organismos, particularmente de la Fiscalía General de la
República, y junto al Partido y otras instituciones no estatales que
representan en su conjunto a toda la sociedad. Daremos el máximo de
apoyo a ese empeño, paso a paso y sin extremismos, pero de forma
cada vez más rigurosa y enérgica. Mediten sobre estas cuestiones que
acabo de decirles y observen.