Tal es la decisión que rindió, en cuestión de minutos, el juez
T.S. Ellis, de la corte de distrito de Alexandria, Virginia, sin
darle la menor atención a la breve intervención de la Fiscalía.
El analista del Pentágono había transmitido el equivalente de
varios contenedores de documentos a dos agentes israelíes, Steve
Rosen y Keith Weissman, contra quienes todos los cargos fueron
levantados en mayo.
Ya Franklin se beneficiaba de una complaciente orden de libertad
condicional y el Wall Street Journal lo había ubicado, el año
pasado, trabajando como parqueador en un exclusivo casino e
hipódromo de Virginia del Oeste, mientras esperaba, supuestamente,
testimoniar en el juicio de sus dos cómplices.
El juez Ellis, en un movimiento de bondad que ninguna
jurisprudencia puede explicar, convirtió los 12 años de
penitenciario que Franklin debía cumplir, en una simbólica sentencia
de diez meses de estancia en una "casa de transición" para ex
detenidos y 100 horas de servicio comunitario —lo que puede ser
cualquier cosa, desde lavar platos en un asilo de ancianos o cortar
el césped de la clínica de la esquina. Un salto cualitativo,
gigantesco, que solo una decisión inspirada por las más altas
esferas del Departamento de Justicia puede "justificar".
El magistrado, de evidentes simpatías israelíes, necesitó solo
una breve audiencia en la tarde del jueves, justo antes de irse a
casa, para borrar definitivamente su propia sentencia del 2005 y
mandar a la calle a un Franklin resplandeciente con su abogado Plato
Cacheris.
El letrado tuvo la sangre fría para declarar a la prensa que su
cliente había pagado "caro" su actividad ilegal y había "sufrido
grandemente".
"Nunca hubiera tenido que pasar tiempo en la cárcel", afirmó
Cacheris.
El FBI sorprendió a Franklin con miles de documentos
clasificados, escondidos en su casa, algunos fechados de varios años
atrás, "una verdadera mina de secretos norteamericanos", según un
investigador.
Mientras tanto, cinco cubanos siguen encarcelados hace casi 11
años, por conspiración para espiar, según los falsos cargos que les
fueron impuestos en un amañado juicio de Miami. Pero los Cinco nunca
tuvieron posesión de un solo documento que sea considerado secreto
por el gobierno norteamericano. Y eso lo saben perfectamente el
Departamento de Justicia, el FBI y la CIA.