Si todos reaccionáramos con igual vehemencia, más allá de
nuestras aspiraciones individuales o familiares, para defender los
intereses del Estado, hoy el país tuviera una situación mucho más
cómoda en algo tan necesario como la recaudación del dinero
correspondiente a la distribución de equipos electrodomésticos, de
acuerdo con programas que ha puesto en marcha la Revolución en el
terreno energético y a favor de una mayor calidad de vida entre la
población cubana.
Transcurridos más de tres años, hay quienes parecen haber
olvidado que el derecho a recibir el módulo de cocción, calentador,
hornilla eléctrica; cambiar ventiladores, aires acondicionados,
televisor, refrigerador... también significa el deber de realizar el
pago proporcional o reintegro monetario.
Tranquiliza
disponer de equipos así; intranquiliza la existencia de deudores.
Lo que en el "estrecho marco" de una familia pudiera parecer
"insignificante", cobra amplias dimensiones en el ámbito social.
Solo Las Tunas, por ejemplo, ha distribuido equipos por valor de
casi 735 millones de pesos, de los cuales más de 60 millones no
acaban de retornar al Estado, a pesar de que ya ha transcurrido
tiempo suficiente para ello.
Observaciones en torno a ese asunto develan un abanico de causas
detrás del fenómeno.
Especialistas de la Oficina Nacional de Administración Tributaria
(ONAT), del Banco Popular de Ahorro y otros integrantes de los
grupos de trabajo creados para enfrentar y resolver esas
irregularidades, coinciden en señalar que una mejor organización
inicial durante el proceso de distribución habría evitado
complicaciones ulteriores.
La
entrega de los nuevos equipos ha permitido una mayor calidad de
vida.
El viejo proverbio de "a río revuelto, ganancia para el pescador"
volvió a cobrar forma concreta en algunos ciudadanos que vieron en
cierta falta de organización (o en el no estricto control) una
grieta para sacar provecho, eludir su compromiso de pago, mantenerse
al margen de lo establecido.
Algo no despegó del todo bien si ahora, al "tocarse ese asunto
con la mano", están aflorando casos de familias a quienes se les
consignan equipos que nunca tuvieron, repusieron o recibieron;
ciudadanos que se declararon como trabajadores por cuenta propia y
no lo son, otros cuyo centro laboral no es el que aparece en los
documentos, deudores que en realidad ya realizaron su liquidación o
que abonan sin problema la cuota fijada...
Es innegable, por demás, que la no existencia (al principio) de
una forma de pago para quienes oficialmente realizan alguna
actividad por cuenta propia creó turbulencias, atenuadas luego en
toda Cuba mediante un crédito especial para esos casos.
También ha faltado información. No en todas las bodegas se ubicó
la lista de los deudores (para aviso, alerta, llamado de apelación a
la vergüenza). Muchas personas ignoran que, ante cualquier duda o
preocupación, pueden acudir a los grupos de trabajo: formados hasta
la instancia municipal, cuyo funcionamiento ha permitido buscar
alternativas para casi un millar de personas, entre amas de casa,
jubilados, pensionados, asistenciados, discapacitados, trabajadores
contratados, "cuentapropistas" e incluso desvinculados.
En opinión de Marisol Hernández Martínez, directora provincial de
la ONAT, en el empeño común por rescatar el caudal que aún no ha
sido reintegrado a las arcas del Estado es vital la exigencia de los
grupos de trabajo comunitario, organizaciones de masas, directivos
de empresas, sindicatos, de manera que no sea preciso aplicar
variantes como el embargo salarial (descuento directo a nómina) u
otras medidas similares, donde la conciencia no basta.
Lo inadmisible —se ha reiterado varias veces— es la impunidad. Un
valor humano es también la gratitud. Por eso siempre será bueno
volver la mirada a la década de 1990 y no olvidar las penurias para
cocer alimentos, iluminarnos, aliviar el sofocante calor...
Dinero le puede escasear o faltar a cualquier cubano en un
momento dado. Conocido es que el salario no cubre las crecientes
necesidades que genera un hogar, en especial bajo el influjo de los
precios que remontan determinados productos.
Pero la vergüenza de los honestos vale mucho más que el dinero.
Pagar por lo recibido es un deber en cualquier lugar del mundo. En
Cuba es, además, un verdadero privilegio.
¿De dónde brotará el capital para adquirir otros equipos que el
país se propone seguir llevando a cada hogar si ni siquiera
retribuimos lo que hemos recibido por adelantado, incluso con
facilidades de pago?
¿Inspiran acaso seguridad para nuevas entregas quienes todavía no
han pagado ni aquel calentador eléctrico adquirido por un valor de
apenas 20 pesos en moneda nacional?
Valdría la pena que acerca de ello meditaran quienes —por la
razón que sea— aún no han reintegrado aquí ni un centavo
correspondiente a más de 11 500 ollas (entre reinas y arroceras), 39
296 módulos menage (trilogía de recipientes o útiles de cocina), 3
188 ventiladores, 10 621 refrigeradores, 13 999 calentadores
eléctricos...
Quítese entonces el antifaz quien aún lo lleve, organícese quien
todavía no lo ha hecho, exija todo el que deba hacerlo y desembolse
su parte aquel que quiera sentirse realmente bien con su conciencia
en esta especial coyuntura que vive el país, agravada por la
profunda crisis que ha desencadenado el capitalismo.