|
El “futuro” de la OEA se parece al pasado
Abel González Santamaría*
Mañana día 2 comenzará el 39 Periodo Ordinario de Sesiones de la
Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) en
San Pedro Sula, Honduras. Su secretario general, José Miguel Insulza,
señaló el pasado 17 de abril, durante la V Cumbre de las Américas,
que este "será el ámbito donde deba discutirse la derogación de la
decisión tomada en 1962 de suspender la pertenencia de Cuba a la
institución (...). Es una resolución obsoleta (...), la OEA debería
eliminar esa resolución, que es un residuo de la Guerra Fría (...).
También en Puerto España el presidente estadounidense realizó un
llamado a los países del continente para que olvidemos la historia y
confiemos en Estados Unidos. Obama señaló: "No podemos permitir ser
prisioneros de desacuerdos del pasado (...). Yo no vine a discutir
sobre el pasado, sino para pensar en el futuro (...), como vecinos
tenemos la responsabilidad de confiar entre nosotros".
Posteriormente la secretaria de Estado, Hillary Clinton, declaró
durante la 39 Conferencia en Washington del Consejo de las Américas,
el 13 de mayo que: "Como el presidente Obama dejó bien sentado,
aguardamos el día en que todos los países de las Américas, inclusive
Cuba, puedan participar en nuestras alianzas hemisféricas de manera
compatible con los principios de la Carta Democrática
Interamericana".
¿Sería posible para los pueblos latinoamericanos y caribeños
olvidar más de 200 años de agresiones de su vecino del Norte? ¿Qué
ha cambiado en el sistema político de Estados Unidos para confiar en
su "nueva" voluntad, en su "Sistema Interamericano" y en sus
alianzas hemisféricas? ¿Por qué Cuba no está interesada en ingresar
a la OEA?
UNA HISTORIA IMPERIAL
DE CRíMENES Y COMPLICIDAD
El "sistema interamericano" y las "alianzas hemisféricas" se
sustentan en las concepciones estratégicas y doctrinales de
dominación diseñadas por Estados Unidos desde los primeros años de
la nación. Sus orígenes se remontan a 1788 cuando uno de sus "padres
fundadores", Alexander Hamilton, se refirió a la "creación de un
Gran Sistema Americano, superior a todas las fuerzas", que inspiró a
la formulación de la Doctrina Monroe (1823) bajo la frase "América
para los americanos" y a la doctrina del "Destino Manifiesto" (1845)
que "gracias a la providencia, los estadounidenses fueron designados
a extender su hegemonía sobre todo el continente para desarrollar el
gran experimento de libertad y autogobierno".
Pero no es hasta finales de la primera mitad del siglo XX, en el
contexto de la Segunda Guerra Mundial, que Estados Unidos logra
estructurar su anhelado "sistema interamericano", con la fundación
en 1942 de la Junta Interamericana de Defensa (JID), la suscripción
en 1947 del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y
con la creación en 1948 de la OEA.
Este sistema constituye todo un entramado de instrumentos
políticos, económicos, jurídicos, ideológicos y militares de
carácter hegemónico continental que aplicarían durante la Guerra
Fría, basada en la "contención del comunismo" y caracterizada por
una postura militarista global, que priorizaría la creación de un
"sistema de alianzas" militares alrededor del mundo.
Luego de cuatro décadas, con la caída del campo socialista a
inicios de los noventa y al desaparecer el pretexto del comunismo,
los formuladores de la política estadounidense diseñaron las "nuevas
amenazas" a su seguridad nacional, como fórmula de dominación para
la región. Una vez creadas las condiciones hemisféricas y como parte
de su proyección hegemónica para el Tercer Milenio, el presidente
Bush durante la III Cumbre de las Américas en Québec, Canadá (abril,
2001) y la 31 Asamblea General de la OEA en San José, Costa Rica
(junio 2001), solicitó que se preparara una Carta Democrática
Interamericana, adoptada por la OEA el 11 de septiembre del propio
año.
La presentaron en una reunión extraordinaria en Lima, Perú, como
"el inicio de una nueva era del Sistema Interamericano" basada en la
defensa a ultranza de su fórmula de "democracia representativa". La
República Bolivariana de Venezuela intentó, infructuosamente, añadir
al documento el concepto de "democracia participativa". Es evidente
que todo estaba preparado, pero Estados Unidos necesitaba un buen
pretexto para oxigenar nuevamente su desgastado instrumento y
establecer otro cínico documento.
Posteriormente, en su 32 Asamblea General en Bridgetown,
Barbados, en el 2002, y en la Conferencia Especial sobre Seguridad
(México, 2003) la OEA incorporó una nueva y peligrosa fórmula de
intervencionismo en la región, al "reconocer que las amenazas,
preocupaciones y otros desafíos a la seguridad en el hemisferio son
de naturaleza diversa y alcance multidimensional y que el concepto y
enfoque tradicionales deben ampliarse para abarcar amenazas nuevas y
no tradicionales, que incluyen aspectos políticos, económicos,
sociales, de salud y ambientales". Se adoptó la Declaración sobre
seguridad en las Américas, que legitimó la Carta Democrática
Interamericana y en esencia estableció que cualquier tema puede ser
interpretado por la OEA como riesgo para la "seguridad hemisférica"
y por tanto requiere una respuesta militar, es decir "democrática".
Sin embargo, ningún documento condenó la conducta unilateral de
Estados Unidos, que amenazaba con el uso preventivo de la fuerza y
su desprecio por los principios del Derecho Internacional, puestas
de manifiesto en ese periodo en las invasiones a Afganistán (2001) e
Iraq (2003). Lo mismo hizo con Haití (2004), a pesar de que su Carta
Democrática Interamericana define que "ningún gobierno
democráticamente elegido puede ser quitado del poder".
No se puede pecar de ingenuidad. La región ya había experimentado
en la segunda mitad del siglo XX agresiones armadas "democráticas"
similares de Estados Unidos, en Guatemala (1954), República
Dominicana (1965), Granada (1983), Panamá (1989) y Haití (1994). Sin
embargo, la OEA nunca le exigió a la superpotencia que respete y
cumpla con los principios fundacionales de su Carta constitutiva,
basados en la autodeterminación, respeto a la soberanía y la no
intervención en los asuntos internos y externos de sus estados
miembros. También es cómplice de los más de un millón de
latinoamericanos y caribeños muertos y desaparecidos a causa de la
represión de las dictaduras militares, representantes de los
intereses oligárquico-imperialistas.
COMPLOT ANTICUBANO
En agosto de 1959 Estados Unidos, durante la celebración de la
Reunión de Consultas de los Ministros de Relaciones Exteriores en
Santiago de Chile, intentó atacar a Cuba, bajo el pretexto de
abordar la situación que existía en el Caribe.
Un año después, en agosto de 1960, en una reunión similar en San
José, Costa Rica, el secretario de Estado norteamericano, Christian
Herter, atacó a Cuba "por aceptar la ayuda que le había ofrecido la
URSS". Paralelamente el presidente Dwight Eisenhower (1953-1961), a
través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), organizaba una
invasión al territorio cubano para establecer un gobierno
provisional, que solicitaría "oficialmente" ayuda a Estados Unidos y
a la OEA. El 19 de octubre de 1960, anunció formalmente "el embargo
parcial" de las exportaciones estadounidenses a Cuba y el 3 de enero
de 1961 rompió las relaciones diplomáticas y consulares con nuestro
país.
Todo estaba listo para agredirnos. El presidente John F. Kennedy
(1961-1963) aprobó la invasión mercenaria por Playa Girón el 17 de
abril de 1961 y en solo 72 horas recibieron su primera gran derrota
en América.
Estados Unidos desató después una feroz ofensiva en el campo
diplomático para aislar a Cuba. Durante la VIII Reunión de Consultas
de los Ministros de Relaciones Exteriores en Punta del Este,
Uruguay, en enero de 1962, presionaron a los países miembros de la
OEA para aplicar sanciones contra nuestro país. Finalmente aprobaron
la Resolución VI titulada Exclusión del actual Gobierno de Cuba de
su participación en el sistema interamericano que definía "que la
adhesión de cualquier miembro de la Organización de los Estados
Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el Sistema
Interamericano y el alineamiento de tal gobierno con el bloque
comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio".
FRACASOS DEL AISLAMIENTO
Han pasado 47 años de la exclusión de Cuba del "sistema
interamericano". Para nuestro país, la posibilidad de ingresar
nuevamente a la OEA sería borrar una historia imperial de crímenes
teniendo en cuenta que esa organización ha sido cómplice del
genocida bloqueo, del intento de aislamiento y de los actos
terroristas del gobierno de Estados Unidos contra la Isla, que han
provocado 3 478 muertos y 2 099 incapacitados.
El escenario actual es bien diferente. El amo y su instrumento se
quedaron solos. Cuba ha roto el aislamiento impuesto por la OEA y su
mentor. Tiene relaciones diplomáticas con 186 Estados. Preside desde
el 2006 el Movimiento de Países No Alineados. Es miembro de 83
mecanismos y organizaciones internacionales. Más de 500 delegaciones
de alto nivel nos visitan anualmente. Existe rechazo universal al
bloqueo yanki, con 185 votos en la ONU a favor de su eliminación.
Recientemente fue reelecta por un segundo periodo como miembro del
Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Quizás, mañana en la 39 Asamblea General en Honduras sea
eliminada la resolución VI de 1962 como un acto de reivindicación a
los pueblos latinoamericanos y caribeños. No obstante, existen
presiones para boicotear esta iniciativa. El senador estadounidense
Robert Menéndez, representante de la mafia miamense y quien preside
el subcomité de relaciones exteriores a cargo de la supervisión de
la asistencia internacional, amenazó públicamente a la OEA el pasado
20 de mayo con presentar una ley al Congreso para retirarle el
presupuesto al organismo si revoca la resolución que suspendió a
Cuba en 1962. Hay que tener en cuenta que la sede permanente está
ubicada en Washington a pocas cuadras de distancia de la Casa Blanca
y que Estados Unidos aporta cerca del 60% (47 millones de dólares)
para mantener su costoso aparato burocrático.
Esta es la segunda oportunidad que tiene la nueva administración
estadounidense para rectificar su política hacia la región y en
particular hacia nuestro país. No se trata de analizar si Cuba debe
o no ingresar a la OEA, sino de reparar una injusticia histórica. Es
hora de pasar de las palabras a los hechos y dejar a un lado la
retórica anticubana. No existen razones para que Estados Unidos
mantenga el bloqueo y no restablezca sus relaciones con la Isla.
Recientemente los líderes de la Revolución cubana, respaldados
por su pueblo, a través de sus Reflexiones y discursos en Sauípe y
Cumaná, han ratificado que "jamás ingresaremos a la OEA y respetamos
los criterios de los gobiernos de los hermanos países de América
Latina y el Caribe que piensen de otra forma, pero no deseamos
formar parte de esa institución".
Pase lo que pase en esta Asamblea en San Pedro Sula, Cuba
mantiene firme su decisión y se sustenta en la historia.
*El autor es Licenciado en Derecho y maestrante
del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa
García. |