La criminal agresión, organizada y realizada desde un barco
pirata tipo Rex, financiada por la Agencia Central de Inteligencia
de Estados Unidos, causó lesiones a dos personas —una mujer y una
niña de ocho años de edad—, originó el incendio de los depósitos de
azúcar de la industria, perdiéndose 70 000 sacos, y dejó sus huellas
al impactar los proyectiles en numerosas casas de trabajadores.
Esta nueva provocación terrorista movilizó a las masas en llanos
y montañas. Recuerdan testigos de la época que cientos de hombres y
mujeres, entre ellos los obreros de la fábrica, impidieron mayores
pérdidas al mover cuantiosos equipos y recursos hacia lugares
seguros.
Antes de la media hora de haberse iniciado, el siniestro estaba
bajo control. Esto evitó, luego de titánica lucha, que las llamas se
propagaran al principal almacén de la zona, custodio de mercancías
valoradas entonces en casi medio millón de pesos.
Tras ejecutar el vandálico acto, amparándose en la oscuridad, la
nave artillada y la criminal tripulación emprendieron la fuga.
Pensaron que la población de Pilón, en la hoy provincia de Granma,
sentiría temor al escuchar los disparos. Mas sucedió lo contrario.
Al día siguiente, el Luis Enrique Carracedo (actualmente granja
agropecuaria) molía con absoluta normalidad.
Los vecinos ratificaron, ante este brutal hecho, la estirpe
patriótica y combatiente que los distingue. Era la continuidad de su
rebeldía y participación en la lucha por nuestra total
independencia.
Al denunciar ante el mundo la brutal agresión, el Comandante en
Jefe Fidel Castro expresó: "Muchos mercenarios con los que la
Revolución fue generosa después de la victoria de Playa Girón, han
sido otra vez enrolados por el gobierno de Estados Unidos para
perpetrar nuevas fechorías contra nuestro país. Estos hechos no
lograrán sino fortalecer el espíritu de combate de la Revolución,
ponerla en pie de lucha y obligarla a ser dura e implacable con sus
enemigos".