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Agentes de la Fiscalía colombiana detuvieron hoy al coronel del
Ejército José Gabriel Castrillón por sus presuntos vínculos en la
desaparición y asesinato de cuatro jóvenes, quienes fueron
presentados como guerrilleros muertos en combate.
El arrestó se efectuó en la Escuela Militar de Cadetes, en el
norte de Bogotá, y los cargos en su contra se remontan al 12 de
febrero de 2004, cuando se desempeñaba como comandante del un
batallón del Ejército.
Acorde con las investigaciones, las tropas bajo su mando en ese
entonces mataron a cuatro presuntos guerrilleros del frente 54 de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Unguía,
departamento fronterizo de Chocó.
Sin embargo, la fiscalía logró demostrar que los cuatros jóvenes
asesinados no eran miembros de ningún grupo insurgente, sino que
fueron contactados mediante una falsa oferta de trabajo a
concretarse en una finca bananera.
Las victimas fueron identificadas como Luis Armando Campo,
Alberto Mario Arias, José Ulises Pérez Pérez y Edwin Enrique Arias.
Para el senador liberal Juan Manuel Galán la actual
administración debería acusar ante los órganos de justicia a los
miembros de la fuerza pública que eventualmente hayan tenido
responsabilidades por acción o por omisión en el tema de las
ejecuciones extrajudiciales, que aquí se denominan eufemísticamente
"falsos positivos".
Recientemente Galán denunció que entre 1998 y 2008 ocurrieron en
el país entre mil 500 y dos mil casos de ejecuciones
extrajudiciales.
Los "falsos positivos" no son casos aislados y no son cometidos
por manzanas podridas. "Ha existido una política que ha generado una
cultura institucional perversa a través de incentivos", explicó.
A tono con estas denuncias, diversos analistas sostienen que el
gobierno es el principal promotor de estas ejecuciones
extrajudiciales al aplicar el precepto de que el fin es el dinero.
En este sentido argumentan que el estado colombiano al ofrecer
premios en metálico a quienes dieran de baja a miembros de la
guerrilla, desató motivaciones en el Ejercitó y la fuerza pública
que redundaron en el asesinato de campesinos, trabajadores o jóvenes
desocupados sin ninguna vinculación con los grupos insurgentes, a
fin de obtener el dinero.