Lesbia y Alejandrina hilan el fuego de la poesía

VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ

Un muestrario de maravillas exhibe la Casa de la Obra Pía, de la red de la Oficina del Historiador de la Ciudad, bajo el título Hilomanía. Al expresarse con sus propios códigos, Lesbia Vent Dumois y Alejandrina Cue logran una conjunción de arte, literatura y artesanía en la que las fronteras se desdibujan y consiguen integrar en el diseño y realización objetos impregnados de significación.

Lesbia Vent Dumois. De la serie Cartas de amor.

Parten de una tradición manual doméstica muy enraizada en las mujeres cubanas, pero solo es una referencia, mero punto de partida para la reinvención de un discurso fascinante y seductor.

Lesbia opta por los amores de esos personajes venerados por su ideología firme, su desprendimiento, arrojo y valor, y que con igual ardor resultan paradigmas.

Las obras de Lesbia, expuestas en urnas, remedan el modo en que las prendas de valor se exhiben en las colecciones museográficas. Con ello pretende que el espectador se aproxime a estas «reliquias» en una actitud reverencial, que se despeja ante la atmósfera íntima y poética de la épica, El balance entre textos, íconos y ornamentos les confiere a las obras una dimensión epocal sumamente vívida. No solo hacen referencia al sentimiento, también el temperamento y vivencias de estos personajes están guardados en el cristal.

Alejandrina Cue. De la serie Pañuelos antiguos.

Un almohadón de raso con encajes lleva bordada la ternura de José Martí hacia María Mantilla, el dibujo con la mirada evocadora que acompaña en la distancia; un fragmento de la casaca del Libertador, símbolo del militar infatigable aguerrido, entregado a la causa libertaria americana que centra la atención de su especial atracción por la Manuelita, tan voluntariosa y vehemente; un corsé hermoseado por cuentas, el dolor físico nunca logró doblegar a Frida, en una tormentosa relación con Diego Rivera; el aro de bordar, los elementos de la mujer, María Cabrales, dedicada a dos pasiones: Antonio y la Patria; Tina y Mella, intensos y plenos; Agramonte y la Simoni, un idilio perpetuo y un poema que encontró su expresión en ese encristalado hexaedro tan acorde con los requerimientos del poema en que Rubén Martínez Villena supo colocar el amor.

Siete posibilidades de enriquecer el imaginario de los más nobles sentimientos valiéndose de elementos tomados de la cotidianidad femenina de antaño, pero destacando en cada uno de ellos la fuerza que convirtió a cada una de ellas en símbolos. Con estas obras, Lesbia salda una deuda con esas mujeres míticas.

Alejandrina opta por una expresión epigramática en sus piezas, esos pañuelitos de frágil apariencia, pero que han resistido el tiempo, el abandono, acontecimientos¼ , para enjugar lágrimas de felicidad y tristeza, evocadores de aromas pasados, pero portadores de imágenes de tendencia bien actual. En sus obras las representaciones son simbólicas, concentradas, no se identifica a quién pertenece o se alude, pero narra un instante, lleva el sentir de quien lo conserva para mantener vivo el pensamiento y conservar su significación. Sin rehuir las apropiaciones del lenguaje kitsch, porque de tal modo resemantiza el carácter lúdico de la experiencia.

Una muestra sui géneris, en la que no se pretende seguir ni implantar modas. Una propuesta osada: guiño y sonrisa cómplices que invitan a una evocación inteligente.

 

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