Una gota en el torrente

Acerca del libro de memorias de Raúl Valdés Vivó

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Si en el repaso de cada vida humana siempre existe la posibilidad de un hallazgo sorprendente, esa cábala se multiplica cuando los trabajos y los días han estado impregnados de valiosas experiencias y recias convicciones.

Tal es el caso de Raúl Valdés Vivó, quien a corazón abierto y con la mente lúcida nos acaba de entregar sus memorias bajo el exacto y muy pensado título de Una gota en el torrente (Ed. Ciencias Sociales), libro que este martes, a las 2:00 p.m., debe comenzar su andadura pública por donde comienzan sus páginas: el pueblo de Mariel.

La retrospectiva abarca la niñez en el puerto noroccidental de la Isla, un fiel retrato de familia, las primeras lecturas, la temprana orientación ética y el tránsito de la intuición a los argumentos y de estos a la acción en la búsqueda de la justicia, a partir de abrazar los ideales comunistas.

Valdés Vivó se detiene particularmente en dos momentos definitorios que marcaron su existencia: conocer a Fidel en los años cuarenta y a Raúl una década después.

No voy a privar a los lectores de descubrir por sí mismos cómo acontecieron ambos encuentros. Pero sí me permitiré citar una anécdota que revela la personalidad de quien devendría líder histórico de la Revolución. Sucedió al día siguiente de una álgida asamblea universitaria en el Salón de los Mártires de la FEU, en la que la intervención de Fidel había sido decisiva. Valdés Vivó visitaba a Fidel en "su modesto apartamento, situado en Tercera y 2, a una cuadra de Paseo" cuando "lo vi levantarse y me pidió que me fijara en el cuartel militar enfrente, perteneciente al cuerpo ingeniero. Como todos los cuarteles, cambiaba sus postas con la exactitud de un reloj, lo que en ese momento estaba por suceder: —Pudiera ser tomado fácilmente por gente arriesgada, sin disparar un solo tiro, siempre que se emplee la astucia— me dijo con enigmática sonrisa".

Ese pasaje y el que posteriormente refleja la combativa participación de Raúl Castro en el Congreso Martiano por los Derechos de la Juventud en enero de 1953, bien valen la lectura de este libro, donde aparecen, además, otras figuras que forman parte de nuestra memoria histórica: Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias, Blas Roca, Flavio Bravo, Nicolás Guillén. Quisiera, no obstante, mencionar una esbozada apenas en pocas líneas, y que merecería un libro: Pedro Serviat.

El volumen, sin embargo, no agota la vida de Valdés Vivó. A marchas forzadas reúne en el epílogo gruesas pinceladas de sus vivencias de las últimas décadas, donde Vietnam es una presencia gravitacional. Los lectores seguramente querrán que un segundo y hasta un tercer tomo vengan más temprano que tarde.

Porque, como bien apunta Alfredo Guevara en una carta al autor incluida en esta edición, "ya estamos entrando en esa época en que habrá que hacer historia (por respeto a las generaciones que llegan, y para que no nos la hagan con tergiversaciones)". Y porque necesitamos —y me valgo también de palabras de Alfredo— "ese aporte honesto que se escribe mirando hacia el futuro, construyéndolo".

 

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