Fundada el 25 de septiembre de 1959 como Departamento de Danza
Moderna del Teatro Nacional, por el maestro Ramiro Guerra, la
compañía realizó su primera función en febrero del año siguiente con
las obras Mulato mambí, de Guerra, y Estudio de las aguas,
de la norteamericana Lorna Burdsall. Con los años se convirtió en el
Conjunto Nacional de Danza Moderna, luego en Danza Nacional de Cuba
y a finales de los ochenta en Danza Contemporánea de Cuba (DCC).
El maestro Miguel Iglesias, quien fuera primer bailarín de la
compañía y desde hace 24 años la mano rectora del devenir de DCC,
comenta el motivo del cambio: "Desde Ramiro hasta mí han liderado la
compañía 14 directores, es decir, existieron direcciones muy
efímeras donde se hizo lo que se debía y lo que no. El nombre de
Danza Nacional de Cuba tendía a la confusión, la palabra
contemporáneo se refiere al aqui y el ahora. Danza Contemporánea es
un nombre que puede continuar a perpetuidad con la compañía."
Pero regir DCC es más que cambiarle el nombre o dejar cada
presentación en el gusto del público, dirigir es también para
Iglesias aprender, "he aprendido muchísimo dirigiendo, tuve que ser
director para darme cuenta de qué cosa se trataba. En estos años la
compañía ha cambiado mucho y yo he cambiado con ella".
"De los jóvenes —añade— aprendí que es necesario unir criterios
en una línea, es saber poner a cada cual en el lugar adecuado y
recibir de ellos toda la potencia que puedan brindar. Es aprender de
jóvenes aparentando enseñarles."
La clave del experimentado director reside en mezclar a los
jóvenes con personas de más experiencia, "me dejo llevar por el
instinto, aunque no entienda lo que dice el joven, hay algo adentro
que me obliga a seguirlo. Me interesa que tengan su propia opinión y
que me cuestionen, porque eso significa, de una forma u otra, que
los enseñé a pensar."
La mayoría de los integrantes de DCC, con un promedio de edad de
24 años, son graduados de la Escuela Nacional de Danza Moderna y
Folclórica y de la Escuela de Ballet. Iglesias, quien también
atiende la enseñanza artística como vicepresidente de Artes
Escénicas de la UNEAC, manifiesta que existe un vínculo muy grande
entre la compañía y las escuelas. El maestro, que a sus 60 años de
edad ha preparado y recibido un sinnúmero de bailarines, explica la
necesidad de instruir en un ambiente creativo a los jóvenes alumnos.
"En el caso nuestro, las clases de composición en el nivel elemental
son para desdoblarles su visión psicofísica del mundo y sacarles a
flote las capacidades para dominar el cuerpo y crear.
"El bailarín tiene que estar alerta, a la escucha de sus
sensaciones y de la energía del cuerpo para poder unificar el
movimiento en un punto. No se trata de ser ideal o sofisticado, sino
de aplicar una serie de técnicas musculares y articulares a la hora
de moverse. También debe tener referencias de la danza universal
porque bailar no es aletear, no es lanzar movimiento por movimiento,
es lograr que las intenciones se plasmen a través del movimiento."
Hoy Danza Contemporánea —con un promedio de ocho estrenos
anuales— no es aquella que fundó Guerra, asegura Iglesias, aunque
tiene sus puntos de contacto con lo que se inició hace 50 años, "el
arriesgarse en aquel momento con una escena nueva, con un teatro
nuevo, lo tengo como punto clave".