El Premio de Periodismo Jorge Enrique Mendoza

Tubal Páez

Durante 20 años, el periódico Granma estuvo dirigido por un hombre excepcional: Jorge Enrique Mendoza, de cuya muerte se cumplen hoy 15 años. Había llegado al diario en 1967, poco tiempo después de fundado, cuando el periodismo cubano en las formas de hacer las cosas y en los hombres que las hacían, se combinaban de manera creadora el pasado reciente y las transformaciones de la nueva sociedad.

La insurrección armada contra Batista había triunfado unos años atrás, y en la redacción y los talleres no eran pocos los que habían tenido una participación destacada en la lucha en las montañas o el llano. Más frescos todavía estaban, también en el colectivo, los recuerdos de los protagonistas de la limpia del Escambray o de Playa Girón.

Mendoza vino a Granma procedente del Plan de Becas, programa estratégico que había dirigido con éxito en una etapa compleja. Su nombre se relacionaba íntimamente con Radio Rebelde, pues había integrado el grupo de locutores y periodistas que, bajo las órdenes directas de Fidel, hicieron llegar al pueblo desde la Sierra Maestra la situación de la guerra y las orientaciones del Ejército Rebelde.

Asumía la nueva responsabilidad avalado también por su relevante papel en el Instituto Nacional de Reforma Agraria en Camagüey y en el aplastamiento de la conspiración del traidor Hubert Matos en esa provincia.

Un rasgo característico en el trabajo, fue esa especie de obsesión que Fidel inculca a los que trabajan con él, acerca del respeto a la verdad, a la exactitud en las cifras y fechas, a la precisión de los datos históricos y al uso correcto del Español, en cuyo caso, como locutor, exigía, además, una correcta pronunciación.

Miembro del Comité Central del Partido y Diputado a la Asamblea Nacional, en los años que trabajó en el principal órgano de la prensa cubana, no hubo un solo material que no se leyera con marcada atención, por pequeño o de poca trascendencia que fuera. Detenía las máquinas y retrasaba la circulación antes que dejar escapar un error.

Si bien aquello rompía esquemas, apoyó y puso en práctica cuanta iniciativa reforzara el contenido periodístico de las secciones en particular y del diario en general de manera que este mantuviera frescura y amenidad.

Se distinguió por su consagración al trabajo y su trato educado, amable y cortés con los demás, razón por las cuales en una ocasión la heroína Melba Hernández, en gesto cariñoso, mandó a confeccionar, y le entregó, un diploma especial en el que lo nombraba Caballero Proletario.

En su juventud ejerció como maestro de Geografía, pero la Historia fue su pasión, la de su Patria, su natal Camagüey, la de los próceres de la independencia, y la de la Revolución que Fidel inició en el Moncada. Suplementos, páginas y ediciones especiales dedicadas a recordar importantes acontecimientos de nuestra nación, han quedado en los archivos como fuente valiosa y ejemplo de su visión, pues organizó numerosos encuentros dirigidos a recoger los testimonios de muchos compañeros como fue el caso de los médicos guerrilleros, convocados a la redacción durante varias noches consecutivas.

Los últimos años de su vida los dedicó a cumplir la misión de dirigir el Instituto de Historia de Cuba, pero fue en Granma donde dejó su huella más prolongada y profunda, aunque no podamos identificarla en miles de informaciones, comentarios, editoriales, reportajes, artículos o simples notas en las que su existencia se consumió, anónimamente, en cada una.

Recientemente, la Unión de Periodistas de Cuba creó el Premio de Periodismo en Prensa Escrita Jorge Enrique Mendoza, por la obra de la Vida, que será conferido cada año a un colega perteneciente a ese tipo de medio.

Significará un profundo honor recibirlo.

 

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