Un
fluido y enriquecedor diálogo entre voces e instrumentos por parte
de jóvenes canadienses y cubanos tuvo lugar este último fin de
semana en la capital cubana, donde tanto en el Club Almendares, sede
del encuentro de bandas, como en la Basílica Menor de San Francisco,
escenario de un concilio coral, se puso de manifiesto el valor del
intercambio cultural como vía para la comprensión, el respeto y el
reconocimiento mutuo.
Desde la provincia de Manitoba llegaron a La Habana estudiantes
de los colegios John Taylor y Sturgeon Heigths, con sus bandas y
agrupaciones de jazz, no solo a exponer sus resultados artísticos
sino para aproximarse a las esencias de la música cubana y a las
particularidades de nuestro sistema de enseñanza artística.
Como institución anfitriona, el conservatorio Guillermo Tomás, de
Guanabacoa, mostró a los visitantes diversas formaciones
instrumentales.
Un panel de expertos, integrado por el maestro Roberto Valera,
vicepresidente de la UNEAC; el notable jazzista Bobby Carcassés, y
los directores de banda Moisés Hernández y Esteban Quesada,
compartieron criterios técnicos e interpretativos con los jóvenes
ejecutantes.
En otro punto de la ciudad, los coros Schola Cantorum Coralina (prof:
Alina Orraca) y de Cámara de la Escuela Nacional de Arte (prof:
Wilmia Verrier) y el canadiense Pembina Trails Voices, culminaron
con un concierto el instructivo taller impartido aquí por la
directora Doreen Rao, una de las más experimentadas conductoras de
voces del norteño país.
Ambos encuentros, calificados justamente como un provechoso
diálogo entre el maple (árbol cuya hoja aparece en el centro de la
enseña nacional canadiense) y la palma real, fueron patrocinados por
el Centro Nacional de Escuelas de Arte, el Centro Nacional de Música
de Concierto y la organización Cuba-Canada Sports & Culture
Festivals, que lleva dos décadas de ininterrumpida promoción de este
tipo de intercambios.