La indolencia de unos y la falta de trabajo de otros han
contribuido a que la plaza y el monumento a Máximo Gómez en La
Habana Vieja se transformen a cada rato en un terreno deportivo.
Para empezar, es preciso conocer las causas del hecho; ¿dónde está
el responsable de vigilancia? ¿No existe un personal designado para
mantener el orden allí?
La culpa se reparte entre quienes cometen las indisciplinas y los
que las permiten; pues cuando funciona adecuadamente el turno de
guardia, no ocurren tales irregularidades.
Desgraciadamente sucesos como este resultan comunes ante los ojos
de todos. Los sitios dedicados a perpetuar la memoria de nuestros
mártires no pueden convertirse en áreas deportivas, ni las escaleras
de sus monumentos en gradas para los espectadores, cuando se atenta
contra el cuidado del lugar y sus alrededores.
Queda en manos de las autoridades pertinentes buscar sitios
adecuados con el fin de que niños y adolescentes del área puedan
practicar deportes; pero inculcar en nuestros jóvenes el respeto que
merecen estos lugares, es tarea de todos, desde la familia hasta la
sociedad.