Elogiado
como violinista con solo 13 años de edad, y arropado por un
trascendente bagaje creativo, solo por haber compuesto a los 15
Una rosa de Francia bastaría a Rodrigo Prats para ocupar un
lugar de honor en nuestra cultura.
Fue un maestro de la zarzuela con títulos como María Belén
Chacón y Amalia Batista y autor de sabrosos pregones como
El tamalero, El heladero y El churrero.
Volviendo a Una rosa de Francia, compuesta en 1924, con
letra de Gabriel Gravier, también joven escritor y poeta, el
recientemente desaparecido Helio Orovio contó la historia de la
obra. La musa inspiradora había sido María Teresa, una bella mujer
que por sus rasgos parecía francesa. El encuentro entre el bardo y
el músico tuvo lugar en casa de los tíos de Rodrigo, Enriqueta y
Antonio Reyneri, en Santiago de las Vegas, donde él tocaba el violín
en la orquesta que amenizaba las funciones de cine silente del
teatro Minerva. A Prats le gustó el poema, se sentó al piano y con
natural facilidad, brotó la criolla–bolero, que poco después
estrenara el entonces popular cantante Fernando Collazo.
Rodrigo Prats (Sagua la Grande, 7 de febrero de 1909–La Habana,
15 de septiembre de 1980) se inició musicalmente bajo la guía de su
padre Jaime, excelente director, instrumentista y autor del célebre
bolero Ausencia, y del profesor Emilio Reinoso.
Prats concluyó su formación básica, en el Conservatorio Orbón, en
La Habana; y debutó en la Cuban Jazz Band, dirigida por su padre.
Casi simultáneamente ingresa en la Orquesta Sinfónica de La Habana
fundada por Gonzalo Roig. A partir de dirigir la orquesta de la
Compañía Teatral del célebre actor Arquímedes Pous, Prats fundó,
estuvo al frente o integró importantes agrupaciones, desde la
Orquesta Sinfónica del Aire, hasta el Grupo de Teatro Jorge
Anckermann.
En enero de 1960, encabezó la Orquesta Típica Nacional
conformada, con motivo del Festival del Danzón por los mejores
exponentes del género; en 1961, con su obra Yo sí tumbo caña,
interpretada por Las D’Aida, Prats obtuvo el premio en el Primer
Concurso de Canciones Revolucionarias, la cual integró el primer
disco que editó la Imprenta Nacional de Cuba; y disfrutó que en el
Festival de Música Popular en 1962, Bola de Nieve hiciera una
peculiar versión de Una rosa de Francia.