El
trovador Amaury Pérez Vidal acaba de sacar de las prensas su segunda
novela: Diez meses y veintinueve días, que estará a
disposición de los lectores en la próxima Feria Internacional del
Libro, que se celebrará en La Habana entre el 12 y el 22 de febrero.
En una breve nota introductoria a la edición de Letras Cubanas,
Amaury declara que "es mucho más fácil mezclar el aceite con el
vinagre que la rima y la prosa" porque, según opina, con los años ha
aprendido que "hacer canciones y ejercitar la vocación narrativa,
lejos de ser procesos complementarios, son dinamismos excluyentes".
Lo cierto es que muchos escritores (los que no vacilamos en
considerarlo, sin presuntuosas indulgencias, un novelista verdadero)
lo envidiamos de una sana manera: Amaury escribe, como él mismo
confiesa, con desafuero, y apuesta ahora por un tema peliagudo,
desarrollándolo imaginativa y fabulosamente, sin hacer concesiones
formales ni traicionar convicciones en el muchas veces trillado
empeño de reflejar nuestra "realidad".
La tapa de contracubierta de la novela puede ayudarnos a saber de
qué se trata. A veces —reza este texto— para encontrarse es
necesario primero perderse, y algo por el estilo le ocurre al
protagonista de esta novela, Gastón Larios, figura principal de una
agrupación coral, quien, al final de una presentación en Roma,
decide sorpresivamente no regresar a Cuba.
Según su editor, Rinaldo Acosta, "Diez meses y veintinueve
días es una novela que explora con tacto y sabiduría zonas
sensibles de la realidad y el acontecer reciente cubanos, y donde la
fantasía, el humor y el lirismo se combinan en una bien construida
historia que nos habla de la necesidad de aceptar el pasado y
reconciliarse con la memoria como condición para el crecimiento
personal".
El lector encontrará en ella personajes inolvidables y una
interrelación entre "alta cultura" y lenguaje popular que apresa esa
esencia de la cubanía, interpretada esta última como concepto en
constante transformación.
A diferencia de El infinito rumor del agua (la primera
novela de Pérez Vidal, publicada por Ediciones Unión) Diez meses¼
abandona el contexto insular para colocarnos en una Roma vista
desde los ojos de tres cubanos, tan literarios como verosímiles
gracias a la habilidad del autor para captar motivaciones y
conductas en un argumento que, no por alucinante, deja de ser
realista de un modo sui géneris y muy personal.
En la ya mencionada nota de presentación escrita por Amaury, se
nos hace partícipes de los temores del autor acerca de la no
aceptación por parte de los lectores y la crítica de una segunda
novela.
Opino que este otro intento del creador de Acuérdate de abril
es cualitativamente superior. La técnica narrativa —que quizás
proviene más de la intuición que de un aprendizaje libresco— se pone
aquí al servicio de un lenguaje depurado y menos metafórico; se
subordina a las necesidades de caracterización de los personajes y
se regodea en descripciones detallistas que nos permitirán viajar,
sin movernos de nuestros sillones, por los más pintorescos barrios
de la capital italiana y visitar la Capilla Sixtina contemplando sus
frescos a través de los desvaríos de Gastón Larios, alguien a quien
una vez conocido no podremos olvidar.
Mucho más podría decirse de este libro seductor, de sus clamores
contra las intolerancias y su defensa del derecho a sustentar las
creencias que se quiera y a existir en la alteridad, pero ahora solo
intento llamar la atención del lector hacia una obra que merece ser
destacada por sus valores literarios y su peculiaridad argumental.
(Ya habrá tiempo para críticas más rigurosas).
A ello se une la esmerada edición, la atinada y hermosa
ilustración de cubierta de Ulises González y la calidad del diseño.
Todo ello contribuirá, seguramente, a que este libro no pase
inadvertido entre los estantes.
Amaury Pérez Vidal ha demostrado, otra vez, que con sus mágicas
alquimias es capaz de mezclar armoniosamente el aceite con el
vinagre. Y ello, dense por seguros, solo lo consiguen los elegidos o
los magos.