Un nuevo empujón hacia el tema, sin embargo, lo dio el reciente
premio Goya que obtuvo en España Benicio del Toro por su desempeño
como el Che en las películas que dirigió Steven Soderberg.
Ya en el último Festival de Cannes, el puertorriqueño ganó el
galardón al mejor actor en un veredicto que marcó el comienzo de un
alud internacional de excelentes críticas: podía aplaudirse en mayor
o menor medida cada una de las dos historias del norteamericano
Soderberg (mérito de filmar en español sin dominar la lengua), pero
lo que casi nadie ponía en tela de juicio era la excelente actuación
de Benicio, creativa, interiorizada a partir de una leyenda humana y
política ampliamente difundida en el imaginario popular, muy lejos
de cualquier calco.
Aplausos por todas partes y con ellos ríos de tinta y de voces
especulando sobre un merecido Oscar. En Argentina, en octubre del
pasado año, el diario Clarín le preguntó al actor acerca de esa
aspiración y si el hecho de haber interpretado "un personaje
controvertido le podría restar posibilidades de cara al premio mayor
de Hollywood", y él resultó tan claro como premonitorio al instar a
la Academia a que solo juzgara su interpretación y no el aspecto
político: "No porque me interesa ganar un Óscar —dijo—, pero creo
que no debería juzgar nada la Academia. Debe calificar la
interpretación y que juzguen los políticos".
Ya para entonces, en diversas conferencias de prensa y
entrevistas, Benicio del Toro había dejado claro que siete años de
estarse adentrando en el tema del Che y de la realidad cubana y
latinoamericana lo habían enriquecido en no pocos aspectos de su
percepción social y política. "Che Guevara —le aseguró a EFE, el 2
de diciembre en Madrid— admiraría a la Cuba actual por mantener su
dignidad ante un bloqueo de cincuenta años y por su sistema
sanitario y educativo. Creo que sabiendo todo lo que ha pasado en el
mundo desde su muerte, podría ver lo positivo de la Cuba de hoy día,
no solo lo negativo."
Los Globos de Oro, termómetro anual de lo que luego serán los
Oscar, ignoró la actuación de Benicio del Toro. Pésimo augurio para
que semanas más tarde ni siquiera fuera incluido en la nominación de
los Oscar.
¿Las causas? Es de suponer —pensando con la mejor de las
intenciones— que los cinco nominados a la estatuilla que se
entregará en los próximos días sean verdaderos leones de dientes
afilados comiéndose en inglés la pantalla.
Y ojalá que así sea, para no tener que volver a escribir de un
tema tan fastidioso como los tejemanejes del Oscar.