Ejemplo de recuperación

Y el gigante echó a andar

Pastor Batista Valdés

PUERTO PADRE, Las Tunas.— A pesar de heridas que tanto duelen aún sobre "la piel" de sus legendarias casas, vías e instalaciones (bestial huella del huracán Ike), en Delicias se respira por estos días la alegría común que significa ver moliendo al gigante de la industria azucarera cubana: el Antonio Guiteras, realidad que nadie imaginó a finales del pasado año, cuando la furia del viento dejó sus instalaciones "en el esqueleto".

Así quedaron las instalaciones tras el paso del huracán.

Para quienes vivieron aquella tragedia, el solo hecho de que la industria haya arrancado, y que marche bien, es "una proeza del colectivo y ejemplo de cómo se ha trabajado en la recuperación".

Subraya el ingeniero Pedro Jiménez Espinosa, director de la empresa azucarera Antonio Guiteras, que el reto no consistía únicamente en reponer, ahora con zinc, unas 32 000 planchas de fibrocemento arrancadas sin piedad por la furia del viento. Había que terminar, además, reparaciones iniciadas ya y de gran envergadura (casi capitales), sobre todo en áreas como la de generación de vapor.

Ello significaba "desmantelar" dos calderas y media (de siete) y darles riguroso mantenimiento a las demás, cambiar dos juegos de placa en cuadro (área de evaporación), hacer desarme general en los molinos de ambos tándems, transformar los basculadores para facilitar la entrada de los nuevos camiones chinos¼

Aquí se aprecia parte del fruto que ha dejado la recuperación.

CUENTEN CONMIGO

Ni trabajando sin cesar 24 horas, todos los días, la semana completa, el mes entero¼ los cuatro miembros de la brigada de techadores hubieran podido avanzar al ritmo que demandaba la situación.

"Hagamos entonces una convocatoria" —sugirió alguien. Y pronto la cifra se elevó a 24 hombres, lo que permitió multiplicar por seis esa fuerza y organizarla en medio de un proceso rápido, pero cuidadoso, de capacitación y adiestramiento, como base para realizar un trabajo de calidad y evitar accidentes fatales.

"Subirse allá arriba es peligroso, pero si uno tiene cuidado, y hace las cosas bien, no tiene por qué haber problemas; se le va cogiendo el ritmo y se avanza" —afirma Edalio Reyes Pupo, quien dijo ¡cuenten conmigo para techar!, luego de diez años apegado a los molinos.

También el joven Reynier Cordoví Ponce cambió la pala de albañil para subir hasta la cresta de las altas naves, decidido a propinarle "este contragolpe al golpe que nos dio el ciclón", tal y como expresa con una sonrisa que echa por tierra el ardiente vapor del sol sobre el zinc y "la sensación de que en cualquier momento pueden coger candela los ojos, la cara y todo el cuerpo".

Tal vez por eso el experimentado Roberto Morales Salinas asegura que "jamás había techado tanto; trabajamos mientras las condiciones lo permiten; es una tarea dura, pero ahí está el resultado".

A ritmo también de 14, 16 y más horas, el resto del personal acometió misiones en sus respectivos puestos. Frente a cada alto obligado (por intermitentes lluvias), la respuesta fue aferrarse aún más a la tarea.

Solo ello explica que reparaciones y urgencias de tal envergadura se hayan hecho en menos de dos meses (tiempo efectivo), cuando en condiciones normales habrían requerido más de un semestre.

"Desde el punto de vista material —acota Pedro Jiménez—, Ike fue brutal contra nosotros, pero en el orden espiritual hoy la voluntad de trabajar está mejor aún."

La confirmación de ese criterio la había ofrecido minutos antes Roberto Morales, quien en nombre de los hermanos Luis y Felipe Torres, de Reymundo Reyes y de todo el coloso afirmó: "Si ahora mismo hiciera falta ir a prestar ayuda en otro lugar del país, puedes estar seguro de que iríamos, tal y como lo hicieron aquí nuestros hermanos de Cienfuegos y de otras empresas azucareras del territorio".

 

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