Para quienes vivieron aquella tragedia, el solo hecho de que la
industria haya arrancado, y que marche bien, es "una proeza del
colectivo y ejemplo de cómo se ha trabajado en la recuperación".
Subraya el ingeniero Pedro Jiménez Espinosa, director de la
empresa azucarera Antonio Guiteras, que el reto no consistía
únicamente en reponer, ahora con zinc, unas 32 000 planchas de
fibrocemento arrancadas sin piedad por la furia del viento. Había
que terminar, además, reparaciones iniciadas ya y de gran
envergadura (casi capitales), sobre todo en áreas como la de
generación de vapor.
Ello significaba "desmantelar" dos calderas y media (de siete) y
darles riguroso mantenimiento a las demás, cambiar dos juegos de
placa en cuadro (área de evaporación), hacer desarme general en los
molinos de ambos tándems, transformar los basculadores para
facilitar la entrada de los nuevos camiones chinos¼
Ni trabajando sin cesar 24 horas, todos los días, la semana
completa, el mes entero¼ los cuatro
miembros de la brigada de techadores hubieran podido avanzar al
ritmo que demandaba la situación.
"Hagamos entonces una convocatoria" —sugirió alguien. Y pronto la
cifra se elevó a 24 hombres, lo que permitió multiplicar por seis
esa fuerza y organizarla en medio de un proceso rápido, pero
cuidadoso, de capacitación y adiestramiento, como base para realizar
un trabajo de calidad y evitar accidentes fatales.
"Subirse allá arriba es peligroso, pero si uno tiene cuidado, y
hace las cosas bien, no tiene por qué haber problemas; se le va
cogiendo el ritmo y se avanza" —afirma Edalio Reyes Pupo, quien dijo
¡cuenten conmigo para techar!, luego de diez años apegado a los
molinos.
También el joven Reynier Cordoví Ponce cambió la pala de albañil
para subir hasta la cresta de las altas naves, decidido a propinarle
"este contragolpe al golpe que nos dio el ciclón", tal y como
expresa con una sonrisa que echa por tierra el ardiente vapor del
sol sobre el zinc y "la sensación de que en cualquier momento pueden
coger candela los ojos, la cara y todo el cuerpo".
Tal vez por eso el experimentado Roberto Morales Salinas asegura
que "jamás había techado tanto; trabajamos mientras las condiciones
lo permiten; es una tarea dura, pero ahí está el resultado".
A ritmo también de 14, 16 y más horas, el resto del personal
acometió misiones en sus respectivos puestos. Frente a cada alto
obligado (por intermitentes lluvias), la respuesta fue aferrarse aún
más a la tarea.
Solo ello explica que reparaciones y urgencias de tal envergadura
se hayan hecho en menos de dos meses (tiempo efectivo), cuando en
condiciones normales habrían requerido más de un semestre.
"Desde el punto de vista material —acota Pedro Jiménez—, Ike fue
brutal contra nosotros, pero en el orden espiritual hoy la voluntad
de trabajar está mejor aún."
La confirmación de ese criterio la había ofrecido minutos antes
Roberto Morales, quien en nombre de los hermanos Luis y Felipe
Torres, de Reymundo Reyes y de todo el coloso afirmó: "Si ahora
mismo hiciera falta ir a prestar ayuda en otro lugar del país,
puedes estar seguro de que iríamos, tal y como lo hicieron aquí
nuestros hermanos de Cienfuegos y de otras empresas azucareras del
territorio".