|
Oficios: ¿Formar obreros?
Freddy Pérez Cabrera
Roberto Echeverría siempre soñó con
desempeñarse como panadero. Aunque nadie fue al plantel Pablo de la
Torriente Brau a motivarlo por tal labor, la vocación le llegó a
través de la familia.
Roberto
y Omar, dos jóvenes que sueñan con ser panaderos, aunque no saben si
podrán ejercer después el oficio. En la foto reciben instrucciones
del maestro Diosvany Arboláez.
El día que la dirección de la escuela de oficios Abel Santamaría,
donde cursa estudios, coordinó para que realizara las prácticas en
la panadería del reparto Chambery, de Santa Clara, Robertico se
sintió la persona más feliz del mundo.
Tras cuatro meses de estancia en el lugar, el joven de apenas 16
años de edad, no acumula una sola llegada tarde y, al decir del
maestro dulcero Diosvany Arboláez, tutor encargado de atenderlo, el
muchacho trabaja a la par del resto de los obreros, al igual que su
compañero de aula Omar Rogelio Cárdenas.
Alejandro
Alonso Rodríguez es el más joven (16 años) de los insertados en
Sarex, y también el más disciplinado.
Sin embargo, una idea abate a estos dos chicos y los entristece.
Una vez graduados tendrán que abandonar el lugar y desempeñar otra
labor, porque no existen plazas de esa profesión para ellos, según
información brindada por Madelaine Gutiérrez, especialista de la
dirección de Trabajo en el municipio.
Su dilema es el mismo que sufren cientos de alumnos de las
escuelas de oficios de la provincia. Tras prepararse durante varios
años, al final no hay plazas o no cumplen los requisitos de los
calificadores de cargo, pues la mayoría de los centros exigen tener
el 12mo. grado y las escuelas de oficios no ofrecen esa posibilidad.
preparar a jóvenes para el
trabajo
Dichos planteles fueron creados para formar obreros calificados
en determinadas labores, pero en el proceso de selección,
capacitación y ubicación persisten deficiencias, según Francisca
Pérez Valdés, directora por 20 años de la Escuela de Oficios Abel
Santamaría, de Santa Clara, quien cuenta en su aval con tres décadas
de experiencia en la enseñanza.
Para ella resulta inaceptable que en la formación de los alumnos
no medie un proceso de orientación profesional, en la que
instituciones y empresas interesadas en formar sus recursos humanos
intervengan.
Tampoco entiende que los Consejos de la Administración municipal
y provincial no sean los que tracen la pauta a la hora de definir
las labores más deficitarias en cada territorio, para las cuales
debían formarse suficientes jóvenes capaces de dar continuidad a la
obra de sus padres.
Hoy el asunto opera de manera rutinaria, nos mandan a los
muchachos para la escuela y somos nosotros quienes debemos
encargarnos de tocar la puerta de las empresas a ver si pueden, casi
de favor, aceptar alguno en el centro, explica Francisca.
Según Clara Conde Gutiérrez, la subdirectora del centro, lo más
triste ocurre después, en el momento de ofrecer las plazas a los
graduados, pues buena parte de ellas nada tiene que ver con lo que
estudiaron. Ahora egresarán 16 alumnos y la propuesta del Ministerio
de Trabajo y Seguridad Social en el municipio fue de cuatro plazas
de mecánico, una de carpintero y cinco para laborar en organopónicos.
Con las primeras no hay problemas, porque resultan cursos
impartidos en la escuela y ellos están adiestrados en esas labores,
sin embargo, no ocurre igual con las de obrero agrícola, para la
cual no se prepararon. Ello significa que del total de graduados,
solo cinco tendrán oficios, el resto irá para la calle a buscar
trabajo por su cuenta, señala con pesar la subdirectora.
Se nos cae la cara de vergüenza con los padres, quienes cifran
sus esperanzas en este plantel para tratar de "enderezar al niño",
pues no es un secreto que buena parte de la matrícula de estos
centros proviene de escuelas de conducta o de la educación especial,
adonde van alumnos con alguna deformación o determinado grado de
retardo en el aprendizaje, explica Clara.
Para la secretaria del núcleo del Partido de la Abel Santamaría,
María Elena López, en cada niño que matricula en estas escuelas hay
una semilla escondida con la cual hay que trabajar.
Gracias a la labor de nuestro claustro muchos han aprendido a
portarse bien, a ser educados con sus profesores, a usar
correctamente el uniforme y a cultivar hábitos de buena conducta,
por eso no nos cansamos de tocar puertas y de analizar todo lo que
dañe la formación de los futuros obreros de esta provincia, añade la
profesora.
No todo está perdido
La Empresa Textil Luis Augusto Turcios Lima (Sarex) constituye un
buen ejemplo de cómo deben integrarse las distintas entidades del
territorio con las escuelas de oficios.
La carencia de fuerza de trabajo llevó a la planta productora de
sacos de prolipopileno a acercarse a la Abel Santamaría para
solicitar la inserción de 26 alumnos, con el fin de adiestrarlos
como operarios y, más tarde, ofrecerles plazas a quienes decidieran
quedarse allí.
La experiencia ha sido excepcional, asegura Olga Véliz Noa,
especialista en cuadros y capacitación de la textilera. Gracias a la
perseverancia de los tutores, de la escuela y de los propios
alumnos, unido al amor con que fueron acogidos, hoy podemos decir
que valió la pena.
Luis Felipe López cursa el cuarto año y expresa sentirse como un
obrero más de la fábrica. Antes había estado en la Unidad El Buje y
en el Hamburguecentro, "pero qué va, como aquí en ningún lugar". La
noticia de que una vez que concluya los estudios tendrá oficio en
Sarex lo ha llenado de alegría.
Salvar las Escuelas de
Oficios, una tarea estratégica
El Ministerio de Educación está consciente de la situación por la
que atraviesan las escuelas de oficios en el país, razón por la cual
este año constituye una prioridad su rescate, aunque no será tarea
de un día, reconoce José Miguel Dorta, decano de la Facultad de
Educación Técnica y Profesional, del Instituto Superior Pedagógico
Félix Varela, de Villa Clara.
Las condiciones en que trabajan alumnos y profesores no son las
mejores, sin embargo, contamos con claustros que experimentan la
necesidad de ayudar a personas que lo necesitan, por eso, a pesar de
la dificultades, los muchachos se sienten bien allí, expresa Dorta.
Hay muchas cosas por resolver, entre ellas, el déficit de
implementos de trabajo y las malas condiciones de las escuelas.
Además, otro asunto problemático es la inserción de los adolescentes
durante sus prácticas, y luego como trabajadores, agrega el
profesor.
Habría que volver a pensar en el papel y el apoyo que necesitan
las escuelas de oficios, en las cuales cursan más de 8 000 jóvenes
cubanos que intentan ser útiles a la sociedad a través del trabajo
manual, un lugar donde muchos desperdigados por diversas
circunstancias encuentran el camino del bien, concluye Dorta. |