Crónica desde Gaza

Nació un niño donde los niños mueren

El gemido de un niño que nace se escuchó hoy en la tierra de los niños que mueren, un llanto que fue más fuerte que las bombas y que la guerra y que se dejó oír en la sala del pequeño hospital de Gaza en la que abrió sus ojos al mundo.

Este padre lleva en brazos a su hijo asesinado por la metralla sionista.

Se llama Mohammed y hablo en primera persona, contraviniendo las reglas del buen periodismo, porque es mi hijo, mi sexto hijo.

No es fácil contar cómo se puede nacer en medio de una guerra sin caer en la retórica fácil, pero quizás valga la pena intentarlo porque un nacimiento es siempre una señal de esperanza, incluso aquí, en la Franja de Gaza, donde el eco de las explosiones y disparos sigue acompañándome mientras escribo estas líneas y donde en tres semanas de guerra, se calcula, han muerto 335 niños.

En un diario israelí, me cuentan desde ANSA Tel Aviv, un grupo de activistas por los derechos humanos los ha recordado hoy con una conmovedora página de necrológicas. Y también escribió que es hora de decir "Basta".

A mí me parece que Mohammed ha dicho basta a su modo, enfrentándose a la vida a despecho de todo lo que lo rodea.

No fue un comienzo cómodo para él; sabíamos desde hace tiempo que nacería por cesárea y, con mi mujer, pensamos en todo, el nombre, la fecha, el 20 de enero, el médico, el lugar. Luego los acontecimientos nos envolvieron a los tres: nosotros dos y él, aún en el vientre de su madre.

La clínica que habíamos elegido, Al Awda, en la periferia de la ciudad de Gaza, se hizo de pronto inalcanzable.

Hasta que ayer, en el que para nosotros fue el peor y más espantoso día del conflicto, un médico amigo nos dijo que no había que esperar más. Mi mujer se resistía, no quería dejar a los otros cinco niños. Confiaba en poder protegerlos con su presencia e insistía en esperar "hasta el fin de la guerra", pero no era prudente y finalmente la convencimos.

La acompañé esta mañana aprovechando también una jornada menos dura que la de ayer. Y una hora y media después de la internación, el médico Salah al Khalout salió de la sala sonriendo y felicitándome.

Entre nosotros se usa dar de inmediato un nombre al pequeño vinculado a las circunstancias de su nacimiento. Mohammed será Abu Harbi (Harbi significa "guerrero") porque nació en el fragor de una guerra.

Yo lo miro y pienso. Estoy feliz y al mismo tiempo preocupado por su futuro y el de mis otros hijos.

Una nueva vida es motivo de esperanza siempre. Y entre mis esperanzas, está hoy la de que todos, incluso nuestros vecinos israelíes, se puedan detener ante los niños. Que se les dé una posibilidad de vivir, de crecer, de jugar. Incluso, un día tal vez, con los niños de Israel. (ANSA)

 

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