lo largo de los últimos 15 años varios periodistas, en su mayoría
europeos, coincidieron en preguntarme qué iba a pasar en Cuba cuando
no estuviera Fidel al frente del Estado. Y yo, que nunca hallaba
manera de sintetizar lo mucho que habría podido decir sobre el tema,
solía escurrirme con la afirmación tajante de que gobernara quien
gobernase, todo seguiría igual, según las pautas trazadas por Fidel.
Pero desde la reciente cumbre del Grupo de Río en San Salvador de
Bahía, he hallado una respuesta que me parece más atinada. Me
inspiré en Fidel, cuando afirmara ante sus interrogadores que el
autor intelectual del Asalto al Cuartel Moncada había sido José
Martí.
Hace unos días, durante una entrevista telefónica para Radio
Uruguay de Montevideo, la periodista me preguntó si en Cuba
gobernaba Fidel o Raúl, y a mí se me ocurrió decir que en Cuba,
desde hacía 50 años, gobernaba José Martí. Por supuesto, para que
nadie supusiera que se trataba de una frase, tuve que remitirme a la
historia de Cuba y explicar que cuando la nacionalidad cubana era
todavía una forja incipiente, el colonialismo español le impuso a
José Martí, con apenas 16 años, grilletes y cadenas, y lo sometió a
trabajos forzados en una cantera de La Habana, para luego deportarlo
a España. Expliqué que desde entonces el joven patriota llevó una
vida de privaciones y exilios, consagrada por entero a conquistar la
libertad de su amada isla; y que a su regreso, a los 42 años, con su
vasta cultura humanística, videncia política y su poesía a cuestas,
entregó la vida en una carga de caballería, un hombre pequeño, sin
energía física ni experiencia militar. Esa semilla de valor y
lealtad hasta las últimas consecuencias, renace luego en Mella,
Guiteras, Fidel, Raúl, las heroicas mujeres de la Sierra Maestra,
Frank País, Camilo Cienfuegos, Almeida y nuestros Cinco Héroes
presos del imperio; y hoy, a 50 años de sentadas las bases y trazado
el camino por el genio político de Fidel, cualquiera de sus fieles
compañeros puede gobernar Cuba, porque quien de verdad gobierna es
la ética ya ancestral que Martí sembró para siempre. Y no es
retórica ni hipérbole proclamar que desde 1959 en Cuba gobierna el
ideario martiano de patriotismo, justicia, solidaridad que heredaron
Fidel y sus seguidores, entre ellos Raúl.
Cualquiera, incluido el propio Fidel, puede cometer errores, o
los pueden cometer sus asesores; pero ni los enemigos de la
Revolución dudan de la honradez, valentía y patriotismo de Fidel,
Raúl y sus compañeros. Y en esta época, cuando reviven las ideas de
Marx y Lenin; y Hugo Chávez, inspirado émulo y exégeta del
Libertador Simón Bolívar proclama otra vez el latinoamericanismo
visionario de su maestro; y con Evo y Correa, y con el horizonte más
despejado del Cono Sur, y de América Central y el Caribe en este
2008, hay sobrados estímulos para saludar con esperanzas y alegría
este medio siglo de la Revolución Cubana. Sobre todo, debemos
celebrar que pese a su pequeñez geográfica, relativa pobreza y al
bloqueo brutal que la oprime, Cuba jamás se haya doblegado ni dejara
de brindar ejemplos de una solidaridad desinteresada y sin
precedentes en la historia de las naciones; solidaridad que los
pueblos hermanos del continente hoy reconocen y agradecen; y por eso
el Grupo de Río saludó con unánime entusiasmo la incorporación de la
Isla revolucionaria a su seno. Por supuesto, el imperialismo, los
vendidos de siempre y la prensa genuflexa ante el dólar, siguen en
sus intrigas mercenarias y en sus ataques a Cuba. Qué descaro.
A mis compatriotas uruguayos hube de explicarles la heroica y
triunfal gesta de las armas cubanas en África, que el imperialismo y
sus secuaces han tratado de ignorar; pero sus numerosos
beneficiarios del mundo entero la recuerdan cada vez más, y hoy
votan en la Asamblea de las Naciones Unidas con cifras aplastantes,
de 185 a 3, a favor de Cuba y contra EE.UU.
Y a los uruguayos les he explicado que de aquí partieron 300 000
voluntarios para ayudar a la independencia de Angola, amenazada por
los sudafricanos del apartheid y las bandas de Savimbi y otros
lacayos vernáculos de los gringos; y los cubanos contribuyeron
también a la liberación de Namibia, y según ha proclamado Nelson
Mandela, sin la ayuda de Cuba no hubiera sido posible derrotar y
extirpar para siempre del Cono Sur africano al apartheid. Pero Cuba
no aprovechó su estancia en África para fundar compañías, ni
agencias comerciales, ni se trajo un solo diamante, ni un galón de
petróleo. Solo trajo, como ha dicho Raúl, los cadáveres de más de 2
000 compatriotas. Muchos de ellos dieron la vida por sus hermanos,
nietos o biznietos de sus mismos tatarabuelos africanos.
Les conté que Cuba es el único país que desde hace ya 20 años
atiende gratuitamente a los niños contaminados de Chernobil, la
termonuclear ucraniana accidentada en los años 80. Por su parte, la
democrática Europa y los EE.UU., tras prometer el oro y el moro y
ofrecer una ridícula limosna inicial, jamás cumplieron nada; y les
informé que Cuba es también responsable de los 35 000 médicos
diseminados por el mundo, en las selvas guatemaltecas, en las faldas
del Himalaya, en aldeas africanas o islas del Pacífico Sur; médicos
que exponen sus vidas y curan sin cobrar, por la simple solidaridad
con la especie humana que les inculcara José Martí; y les recordé la
proeza de la Operación Milagro que se propone devolver la vista a
millones de indigentes; y a los maestros vencedores del
analfabetismo entre los pobres de la tierra con el método Yo sí
puedo.
Sería interminable enumerar lo que Cuba ha logrado con sus
escasos recursos para educar sin costo alguno a los hermanos de
Latinoamérica y el Tercer Mundo, y formar médicos, ingenieros,
atletas, instructores de arte.
Hay que reconocer que el bloqueo y en parte la naturaleza han
impedido grandes logros económicos en estos 50 años, pero generar
tan gran número de internacionalistas solidarios es quizá más
importante que los resultados materiales inmediatos. Porque si un
hombre solo como Martí pudo sembrar tantos bienes, y otro como Fidel
multiplicarlos, figúrense lo que las futuras generaciones van a
recibir de esta creciente legión de héroes de la solidaridad que hoy
brindan salud, educación y ejemplos de ética martiana en todo el
mundo.
*Escritor uruguayo radicado en Cuba. Después de su primera
novela, Joy, considerada la mejor narración policíaca de la
década 70-80, inició una carrera literaria que lo convertiría en uno
de los grandes novelistas latinoamericanos contemporáneos.