ABBA en la marea del pop

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Mamma mía!, la película, ha vuelto a poner en el candelero al cuarteto sueco ABBA, con mayor intensidad aún que el espectáculo musical que diez años atrás, con el mismo título, se convirtió en un hecho taquillero a partir de su estreno en un teatro del West End londinense.

El cuarteto sueco en sus días de gloria.

Alguien pudiera pensar en una operación artística comercial que rinde tributo a la nostalgia, y no es para menos. Por diez años, entre 1972 y 1982, las dos parejas nórdicas se situaron en la cresta de la ola pop internacional. Con ocho discos grabados en estudio y numerosas presentaciones en salas de conciertos, plazas abiertas y estadios, coparon más de una vez las listas de éxitos en Europa e incluso en Estados Unidos.

Una frase manida pero cierta es aplicable en su caso: una decena de canciones del grupo forman parte de la banda sonora de las vidas de centenares de miles, o quizás millones, de personas muy diversas a lo largo y ancho de Occidente.

Pero no solo Mamma mía!, en la pantalla, o el disco del sello Polydor que ha acompañado la promoción del filme, vista una y vendido el otro hasta la saturación (cuatro millones de copias), indican que la pegada de ABBA trascendió a la generación que compartió su trepidante carrera. El relanzamiento del catálogo discográfico del grupo sugiere la presencia de un valor consolidado más allá de la moda. Por demás, ahí están algunas cifras escalofríantes: ABBA ha vendido un total de 370 millones de ejemplares de sus fonogramas desde 1972 hasta la fecha. Solamente el recopilatorio Gold, presentado en 1992, acumula 26 millones.

Mamma mía! en la escena del West End londinense.

(Quiere decir esto que ABBA es un fenómeno de masas? Sin lugar a dudas. Ahora bien, ) un fenómeno de masas es sinónimo de contribución artística? No estemos tan seguros.

La saga de Anni Frid, Bjorn, Benny y Agnetha las iniciales de sus nombres bautizó al cuarteto comenzó justo cuando se hizo ostensible un cambio de registro en la escena del rock. Ya no estaban Los Beatles; los Rolling Stones y Led Zeppelin eran un tanto transgresores, y los manejadores de los circuitos promocionales sentían la necesidad de ofrecer al mercado un movimiento pendular: melodías fáciles al oído, mensajes optimistas para nada complicados y un espectáculo apto para toda la familia y todas las edades. Temas listos para ser cantados en días de excursión campestre o noches discotequeras; bodas, bautizos y cumpleaños; momentos de empate o rupturas sentimentales, como si se anticiparan al encumbramiento del karaoke. Y si los suministradores de esas melodías eran gente joven y bella C dos parejas a las que parecía ir de perilla en sus relaciones, tanto mejor.

Al arribar a Estados Unidos, el crítico musical de The New York Post no se devanó los sesos buscándole una explicación a lo que escuchaba. Sencillamente sugirió a los lectores: "Dejen que la alegría los empape". Con una brutal sinceridad, el periodista sueco Calle Nolen valoró el año pasado el caso con las siguientes (y muy polémicas) palabras: "De todos los iconos actuales, ABBA es el denominador común más bajo. María Callas es demasiado fina, nadie de menos de cuarenta sabe quién es Judy Garland, Bette Midler o Donna Summer. Hasta Barbra Streissand y Tom de Finlandia pueden provocar discusiones" . En el ámbito hispanoparlante llegaron a ser fiebre con Chiquitica y Fernando, creadas especialmente para ese mercado.

No es posible obviar en la caracterización del grupo la influencia ejercida por los videos de Lasse Hallstrom (después director de los apreciables filmes Chocolate y Casanova) y el controvertido wall of sound (muro de sonido) del productor norteamericano Phil Spector, a quien Paul McCartney reprocha hasta nuestros días la edulcoración neorromántica del arreglo superpuesto a Let it be.

La maquinaria en torno al producto ABBA no se detiene. En este 2009 debe ponerse en marcha, a escala global, el proyecto ABBA The Museum. Se trata de mostrar al público, en medio de un impresionante despliegue de tecnologías audiovisuales interactivas de punta, la memoria del cuarteto no solo mediante sus canciones, sino de documentos gráficos relacionados con la memoria de la agrupación. Pero como el enclave donde debe radicar definitivamente, el centenario edificio Stora Tullhuset, no estará listo de momento, la empresa Touring Exhibition, a cargo de la operación junto a las transnacionales Universal Music Group y Live Nation, ideó una gira por Europa, Japón y EE.UU. para adelantar la muestra.

 

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