¿Qué ha acontecido?
El mamotreto (hablo del Informe de 409 páginas presentado el 13
de diciembre del 2007 por George Mitchell, ex lider del Senado)
involucró a siete beisbolistas ganadores del premio de Más Valioso,
a 31 participantes en Juegos de las Estrellas y a otras 85 figuras
de la gran carpa.
A Clemens en particular se le trabó el paraguas ante su
entrenador Brian McNamee, quien declaró a las autoridades federales
que le inyectó esteroides 12 veces entre 1998 y el 2001. La dilación
del caso del serpentinero, hoy pendiente de una demanda en dinero
contante y sonante presentada por McNamee, muestra el fracaso de la
citada comisión y su informe.
Después de un año en que el Gobierno ha ejercido presión sobre
los directivos del béisbol para conseguir algunos avances, Bud Selig,
comisionado de las Grandes Ligas, aceptó las recomendaciones del
extenso texto, pero no sancionó a los hombres por sus infracciones
pasadas.
No solo se trata de un asunto ejecutivo, que podría afectar los
jugosos ingresos producidos por el evento, sino también de falta de
conciencia para darle solución en aras del juego limpio, porque cómo
explicar que hace poco se habló de proponer al primera base retirado
Mark Mcwire para el Salón de la Fama, a pesar de ser otro tramposo.
Cuando fue creada la comisión Mitchell, Estados Unidos, en medio
del actual empeño internacional por suprimir el uso de sustancias
prohibidas, intentó ofrecer al mundo la imagen de que estaba
decidido a llevar hasta las últimas consecuencias la lucha contra
esa negativa práctica, pero, como era de esperar, el doping no solo
ha avanzado en las filas del béisbol, se extiende a otras
disciplinas.
Dicen que descendió el promedio de jonrones conectados en cada
jornada de las Grandes Ligas en este 2008, elemento esgrimido por
algunos comentaristas como una prueba de que hoy los peloteros se
inyectan menos. Pero el esfuerzo por erradicar esa nociva práctica
es pálido, en un año signado por uno de los mayores escándalos para
el deporte estadounidense, cuando la fraudulenta velocista Marion
Jones, despojada de sus cinco medallas olímpicas de Sydney 2000
(tres de oro), pasó seis meses en la cárcel por también participar
en una estafa bancaria.
Otro estelar como el ciclista texano Lance Armstrong, siete veces
consecutivas campeón del Tour de Francia, ha sido sometido a más de
10 sorpresivas pruebas antidoping, una de ellas recientemente en su
casa después de un entrenamiento de cuatro horas, por hallarse bajo
la sospecha de doparse.
Son realidades que no tiene cómo resolver el deporte
norteamericano, cuando llega al final del 2008 acompañado por la
vergüenza de los jeringuillazos.