Allá
por el Santo Domingo cubano, en el centro de la Isla, respira desde
hace muchos años un artista singular. Les presento a Noel Guzmán
Bofill Rojas, creador autodidacto, quien pasa todo su tiempo
imaginando, construyendo fantasías entre telas, formas y colores.
Sus cuadros constituyen un fértil terreno donde germinan ideas,
caótico espacio en el que se acumulan imágenes llegadas, o a veces
catapultadas, desde la memoria del hombre. Ver un cuadro suyo supone
alcanzar una nueva aventura en la que el espectador encontrará
sobradas razones para pensar, imaginar, jugar, reír y participar.
Bofill es un raro buscador de la realidad y despliega en cada
obra todo su arsenal acumulado en el diario bregar. Dibuja lo que
siente en ese momento o lo que cree haber visto, y ¡hasta lo que
cree que existe! Su dibujo puede hacerlo con lápiz, pincel, con la
punta de la espátula o con un dedo, y hasta con un creyón sin punta.
Es un dibujo persistente, que por instantes cobra mucha relevancia
en el trazado de las líneas, a tal punto que semejan unos bordados
originales (podrían llevar el apellido bofiliano). Los ha bautizado
como cadenetas, y tienen su génesis en elementos de la
artesanía popular que él transforma en la bidimensionalidad de la
obra de manera original. Es como un fino trazado en medio de la
pintura, donde el color ocupa el espacio y hace formas, siluetas,
elementos¼ Eso es, pintura de signos
propios, situados en el terreno a su antojo, en el que los planos
son cerrados y múltiples, y en contadas ocasiones se abren y
permanecen en su propia valoración.
Él utiliza el espacio alejado de cualquier convencionalismo, y el
proceso de organizar la composición es laborioso en la estructura
ondulante y vigorosa. Y maneja, además, el color a su antojo, sin
supeditarlo al dibujo ni hacerle su esclavo, sino que le hace
cumplir un papel importante en la conjuración de las atmósferas
fantásticas que llenan sus obras. Al mirar sus trabajos uno reconoce
que ningún cuadro es igual a otro. Pero todos son de Bofill, llevan
su impronta personal grabada en la labor pictórica. Cuando expone
nos hace sentir que es real y vivo y que de algún modo nos incluye,
como sucede en la actual exposición Homenaje a Hemingway,
abierta en el hotel Ambos Mundos, en La Habana Vieja, y que fuera
"guarida" del célebre escritor durante muchos años. Allí podrá
encontrar nuevamente el quehacer del artista y constatar que el paso
del tiempo se descubre en las sucesivas capas de pigmento y otras
acumulaciones, en el marco de las pinturas que funcionan hasta como
relieves, tan ricas en las texturas de sus superficies como en su
contexto.