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Venezolanos investigan hongo que mata
batracios en el Caribe

CARACAS, 30 de diciembre (PL).— Investigadores venezolanos atribuyen la desaparición en el pasado de poblaciones de ranas en el país al hongo Batrachochrytium dendrobatidis, el mismo que amenaza hoy a al menos una especie de anfibios en el Caribe.

Según la doctora Margarita Lampo, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), el hongo puede ser responsable de la desaparición a fines de los años 80 del siglo pasado de casi todas las ranas arlequines Atelopus en el país.

Al mismo hongo científicos británicos atribuyen la mortandad de la rana gigante llamada pollo de montaña en la isla caribeña de Dominica, dominada por una geografía montañosa, donde se teme su desaparición en un período de seis meses a un año.

Un reporte del IVIC indica que las en muestras de ejemplares depositados en los museos se encontró una prevalencia alta del hongo justo en los años anteriores a la disminución poblacional.

Lampo señala que una hipótesis es que eventos climáticos recientes exacerban el efecto del hongo, anteriormente inofensivo para los anfibios.

Para la investigadora, el aumento en la temperatura del planeta trae consigo el incremento de nubosidad y precipitaciones en las zonas montañosas, lo cual disminuye las temperaturas máximas y aumenta en las mínimas, para estrechar el coeficiente de variación.

Esta contracción de variación de la temperatura en zonas montañosas ha situado a los máximos y mínimos dentro del intervalo óptimo de crecimiento del hongo señaló.

En áreas de baja altitud la situación es diferente como demuestra el reciente descubrimiento en la cordillera de la costa venezolana de poblaciones de Atelopus cruciger, especie desaparecida en zonas montañosas con la epidemia de los años 80.

Otra hipótesis para determinar por qué el hongo dejó de ser inofensivo y comenzó a enfermar a estos animales sugiere que el comercio internacional dispersó el hongo por el mundo y puso en peligro la supervivencia de los anfibios como especie.

Entre los indicios que apoyan esta postura está la poca variabilidad genética entre las cepas provenientes de distintos continentes.

 

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