.— Atrás de momento el llamado
escándalo del Fortisgate que le costó la cabeza a Yves Leterme,
Bélgica por fin encontró hoy el consenso para tener un nuevo primer
ministro, el democristiano flamenco Herman Van Rompuy.
Luego de cierta resistencia a abandonar su puesto de presidente
de la cámara baja, Van Rompuy se convirtió en la figura ideal y en
apenas 24 horas logró salvar el vacío de poder en Bruselas al
encontrar apoyo de todos los partidos.
La renuncia de Leterme por supuestamente favorecer la venta de
acciones del grupo financiero Fortis al banco número uno de Francia,
BNP Paribas, mantuvo en vilo a un país que se debate desde hace más
de un año en agudas controversias políticas.
Sin embargo, con el visto bueno del rey Alberto II, quien ofició
su nombramiento, Van Rompuy entró por la puerta ancha al Castillo de
Laeken, donde fue recibido por el soberano, según una nota oficial.
El flamante jefe de gobierno se reunió con los principales
partidos ayer y volvió a hacerlo hoy para terminar con el diseño de
su administración, que tiene el buen punto de partida de la casi
total unanimidad de las fuerzas políticas del país.
Fuentes concordantes señalaron que el cristiano-demócrata
flamenco Guido De Padt será el nuevo ministro del Interior y el
liberal también flamenco Patrick Dewael fungirá en calidad de
titular de la Cámara de Diputados.
La vacante de ministro de Justicia, tras la dimisión de Jo
Vandeurzen el 19 de diciembre junto con Leterme, será ocupada por el
cristiano-demócrata flamenco Stefaan De Clerck.
No obstante los augurios optimistas en torno a la figura de Van
Rompuy, el nuevo gobierno deberá aplicar tareas muy complejas como
el presupuesto de 2009 y la puesta en marcha del plan de
relanzamiento económico.
Además, tendrá que plantarse en una suerte de tablero de ajedrez
para neutralizar las disputas entre los flamencos de Flandes y los
francófonos de Valonia y Bruselas, que amenazan con la propia
existencia de 178 años de historia del país.