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De Francia a la República Checa, un traspaso complicado

PARÍS, 30 de diciembre (PL).— Sin ceremonias rimbombantes ni muchas cosas por celebrar, Francia entregará pasado mañana jueves la presidencia de la Unión Europea (UE) a una escéptica República Checa, un traspaso complicado y signado por interrogantes.

En realidad, existe un reconocimiento abierto o tácito a la dinámica que imprimió el jefe de Estado francés, Nicolás Sarkozy, a la concertación de 27 países, sobre todo en torno a la crisis financiera internacional y el conflicto en Georgia.

Aunque también fue Sarkozy un decidido impulsor del Tratado de Lisboa, llamado a sustituir a la fracasada Constitución del bloque comunitario, todavía existen dudas sobre la adopción definitiva y su puesta en marcha.

Precisamente la República Checa y su actual gobierno se inscriben en el grupo de los llamados euroescépticos, básicamente por temor a ser absorbidos por los gigantes económicos de la asociación, entre otros Alemania y Francia.

Para muchos analistas del continente, el presidente checo, Vaclav Klaus, un conservador nato, mantiene su postura de rechazo al proceso de integración política de la UE y es una de las figuras más problemáticas a la hora de cerrar filas de conjunto.

Sin el beneplácito de Irlanda, que lo rechazó en referendo, no parece una buena cosa para el Tratado de Lisboa la presidencia semestral checa. Lo mejor, aseguran algunos, sería un bajo perfil con la línea del laissez faire (dejar hacer).

No es seguro, porque Sarkozy ha deslizado sus intenciones de jugar de todos modos un papel protagónico en la UE, tal vez al frente del Eurogrupo (países de la zona euro) o de coordinador de las cumbres del nuevo Grupo de los 20. Sin dudas, el dignatario francés seguirá de promotor de iniciativas en torno al crítico panorama económico internacional, algo que los checos no sólo ven con recelos, sino que rechazan de plano.

Ahora, el mando rotativo de la UE recae en un país que ni siquiera permite que la bandera europea ondee en sus edificios públicos y que hizo sucesivas maniobras dilatorias para no ratificar aún el Tratado de Lisboa y la reforma institucional.

 

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