Los fallidos intentos de la administración Eisenhower por evitar
el Triunfo de la Revolución, se convirtieron desde los primeros días
de 1959 en acciones subversivas encaminadas a frustrarlo. Los medios
que se habían utilizado antes, se ajustaron a las nuevas
circunstancias, por lo que la CIA comenzó a maniobrar utilizando al
tirano dominicano Rafael L. Trujillo, a cabecillas del
autodenominado II Frente Nacional del Escambray vinculados a él por
la mafia italo-norteamericana; a militares del batistato;
politiqueros del viejo régimen y representantes de la alta burguesía
cubana. Paralelamente el gobierno norteamericano continuó actuando
contra Cuba a través de la OEA.
Estos medios fueron utilizados por la Agencia durante la primera
mitad de 1959 en una decena de acciones subversivas. Las de carácter
propagandístico perseguían aislar la Revolución, tomando como
pretexto la aplicación de la Ley Penal de la Sierra Maestra a los
criminales de guerra de la tiranía batistiana1, y la
manipulación del fantasma del comunismo, según los patrones de la
Guerra Fría. La creación en Nueva York el 28 de enero de la
organización contrarrevolucionaria La Rosa Blanca, perseguía
proyectar la imagen de que las acciones que tenían lugar contra la
Revolución eran un asunto entre cubanos.
En esta escalada, desempeñó un papel importante el plan de la
embajada norteamericana en La Habana del 14 de abril2,
que incluía acciones de influencia sobre dirigentes de la
Revolución; intentos de reclutamiento de potenciales colaboradores
en sectores priorizados como el Gobierno Revolucionario, el Ejército
Rebelde, los sindicatos, los medios de comunicación, los escritores,
la Iglesia y los estudiantes. Para ello utilizaron los servicios de
agentes como el traidor Huber Matos. Desde el exterior organizaron
la salida clandestina del país de Pedro Luis Díaz Lanz —que había
sido destituido de su cargo al frente de la fuerza aérea por
nepotismo e ineptitud— para que realizara acusaciones ante el
Subcomité de Seguridad Interna del Senado norteamericano, sobre la
supuesta penetración comunista en el Gobierno Revolucionario. Esta
maniobra se vería secundada por una crisis institucional interna
creada artificialmente con el respaldo del presidente provisional
Manuel Urrutia Lleó.
Otras acciones fueron de guerra económica, con la decisión
congresional del 8 de julio que autorizaba al Presidente de Estados
Unidos a negar ayuda a países donde se nacionalizaran propiedades
norteamericanas; y mediante el constante acoso a Cuba a través de la
OEA, que de inmediato comenzó a planificar la puesta a punto de una
medida extraordinaria, solo realizada en ocasión de grandes
conflictos como la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea: la
convocatoria de una reunión de cancilleres que sentase a la
Revolución cubana en el banquillo de los acusados.
La desestabilización interna prevista se haría coincidir, en el
verano de 1959, con tres medidas de carácter paramilitar: la
invasión a la Isla de ex militares batistianos acantonados en Santo
Domingo y de fuerzas de la llamada Legión Anticomunista del Caribe;
un levantamiento contrarrevolucionario en las montañas de la región
central de Cuba organizado por William Morgan en contubernio con
Trujillo, así como la participación en el complot de antiguos
militares de la tiranía que continuaban en servicio activo en el
Ejército Rebelde.
Bajo la genial conducción del Comandante en Jefe Fidel Castro, se
fueron desarticulando cada una de estas maniobras en la misma medida
que se iban desarrollando. En la primera semana de agosto, en la
región occidental fueron detenidos una parte de los conspiradores
por los incipientes órganos de seguridad. Posteriormente, fueron
neutralizados los otros componentes paramilitares de la conjura, una
acción que concluyó con una rápida operación militar en el
aeropuerto de Trinidad el día 13.
La valoración de los hechos realizada por Fidel al día siguiente,
ante las cámaras de la televisión, fue un hito importante en el
proceso de concientización del pueblo acerca de que el verdadero
enemigo de la Revolución —por encima de batistianos o trujillistas—
era el gobierno norteamericano. El desenmascaramiento de estas
acciones por el canciller Raúl Roa, en la V Reunión de Consulta de
Cancilleres de la OEA, en Santiago de Chile, impidió que se
materializaran los propósitos aislacionistas del imperio. Los planes
del gobierno norteamericano fracasaron. Trujillo hizo el ridículo.
La Revolución cubana salió victoriosa de esta primera operación
subversiva. Por ello, durante el mismo mes de agosto de 1959, el
gobierno de Estados Unidos dio nuevos pasos para desencadenar los
planes agresivos que le sucederían, y que dos años más tarde fueron
derrotados por nuestro pueblo en las arenas de Playa Girón.