Piratería naval

Flagelo a resolver en tierra firme

AIDA CALVIAC MORA

Ni las tibias cruzadas ni la calavera en fondo negro se ven ya en el horizonte: ahora llegan sin avisar y cada vez más a menudo. Se han convertido en los dueños del Golfo de Adén y amenazan con extender sus dominios, a pesar de la anunciada intensificación del patrullaje marítimo en la región.

Foto: AFPEl Sirius Star fue secuestrado el 15 de noviembre pasado.

Las peripecias de los piratas somalíes son noticias de todos los días, que alternan con el caos y la violencia en un país donde la inestabilidad es el status quo. Sin autoridad central desde que en 1991 fue derrocado Siad Barre, y con un gobierno de transición que apenas sobrevive en un entorno de beligerancia constante, la ONU calcula que al menos 8 000 civiles han muerto en los combates en Somalia desde el 2006, y los refugiados suman ya dos millones.

Ataques cada vez más audaces y certeros, con mayor grado de violencia, indican que los piratas han ganado en confianza y organización. Ya no son solo focos aislados de delincuentes en lanchas rápidas, operando en zonas cercanas a la costa, sino pandillas bien armadas que maniobran en aguas internacionales, empleando lanzadores de granadas, rifles semiautomáticos y técnicas sofisticadas como el GPS (Sistema de Posicionamiento Global).

La presencia de buques de guerra de las armadas de varias naciones, para custodiar la ruta comercial que une al Océano Índico y al Mar Rojo, no parece disuadirlos. Incluso el anuncio de que la OTAN lanzará una operación naval a partir del 8 de diciembre, no impidió el espectacular secuestro, con sabor a desafío, del super petrolero saudita Sirius Star, el mayor botín hasta la fecha.

La carga del barco, alrededor de dos millones de barriles de crudo, está valorada en 100 millones de dólares y sus pérdidas directas fueron a la cuenta de Estados Unidos, país al que iba destinado, poseedor de la marina de guerra más poderosa del planeta.

Sin embargo, como reconoció el portavoz del Pentágono, Geoff Morrell, "usted puede tener todas las armadas del mundo, desplegando todos sus navíos en esa zona y eso jamás resolvería el problema".

Perpetrado a casi 830 kilómetros del puerto keniano de Mombasa, muy apartado de las costas somalíes, este asalto confirma que los alardes de fuerza militar en las operaciones de vigilancia y custodia solo amplían el radio de acción de los piratas, quienes, según datos de la ONU, cobraron en lo que va del 2008 entre 25 millones y 30 millones de dólares por concepto de rescate.

Producto de esa actividad, en el Golfo de Adén, por donde transita la cuarta parte del crudo que consume Occidente, y al menos 16 000 cargueros al año, se han disparado las primas de seguro que pagan las compañías navieras, antes dispuestas a asumir los riesgos en lugar de invertir en medidas de seguridad.

Para evitar el paso por las aguas que se extienden entre Somalia y Yemen, la A.P. Moller-Maersk A/S, principal naviera europea, recomendó a los capitanes de sus buques más pesados navegar en torno al Cabo de Buena Esperanza, al sur de África, mientras la noruega Odfjell SE ordenó lo mismo a los suyos, lo que significa que algunos de los viajes durarán hasta dos semanas más, y que se afecten países como Egipto, cuya tercera fuente de ingresos proviene de los servicios del Canal de Suez, entre el Mediterráneo y el Mar Rojo, por el que atraviesan anualmente más de 20 000 barcos mercantes.

AL MARGEN DE LA LEY

La piratería ha llevado la prosperidad a localidades costeras como Eyl, donde se encuentran bajo custodia la mayoría de los navíos raptados y existe una red de infraestructura en función de los secuestros, que incluye alojamiento y restaurantes exclusivos para los rehenes.

Convertida en una aspiración para los jóvenes pobladores, la actividad —toda una industria— genera ingresos que sustentan un estilo de vida envidiable, por las tarifas de rescate que oscilan entre los 300 000 y 1,5 millones de dólares, aunque por el Sirius Star exigieron en principio 25 millones.

No obstante, como señala un informe de Chatam House, grupo de política internacional con sede en Londres, "aunque los atractivos financieros de la captura de navíos son evidentes, gobiernos y empresarios occidentales han contribuido enormemente al problema. La industria pesquera de Somalia ha desaparecido en los últimos 15 años, y son buques europeos y asiáticos los únicos que pescan en la zona. La agricultura ha colapsado, excepto a niveles de subsistencia, mientras la inestabilidad política y la violencia hacen de la muerte un suceso cotidiano".

Más que despliegues militares en defensa de recursos que le están negados, Somalia necesita colaboración para eliminar los enfrentamientos internos y la miseria, enquistados en la región y en buena medida causantes del fenómeno. Su posición geográfica privilegiada debería beneficiar también a su pueblo, y ello hace de la piratería naval un flagelo a resolver en tierra firme.

 

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