Atenazado por la crisis económica, el estadounidense de 46 años
de edad abandona su retiro y expondrá la vida sobre el ring. Su
situación estaba a punto de conducirlo a la cárcel: no ha podido
pagar la renta de su casa, incumplió durante tres meses con la
entrega del dinero a la madre de uno de sus 11 hijos, y tiene una
deuda bancaria de casi un millón de dólares.
Holyfield, en el pasado tres veces titular del orbe, no boxea
desde hace más de un año, mide 1,88 metros de altura y pesa 98
kilogramos, condición física bien distante de la exhibida por "la
bestia del Este", como llaman a Valuev, de 35 años, 2,13 m de
estatura y 150 kg de puro músculo en su anatomía, ganador de 50 de
sus 51 pleitos, 46 de ellos en forma consecutiva. No se descarta que
para incrementar su foja le hayan puesto algunos "bultos" en el
camino.
Los promotores montan un espectáculo fraudulento. También conocen
de la farsa los fanáticos y apostadores prestos a abonar
exorbitantes sumas de dinero por ocupar una silla en el "ring side".
Tampoco están ajenos a la posible carnicería quienes pagarán a una
televisora por ver cómodamente en casa lo que ya llaman la porfía
entre "el abuelo y el gigante".
Por supuesto, el desafiante no saldrá al ruedo engañado respecto
a sus ruinosas opciones de victoria ante el campeón de los pesos
completos de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Fue impuesto como
el aspirante número uno por quienes rigen los destinos de la citada
entidad, obviando una lista con más de diez hombres en espera de esa
oportunidad.
Priman los intereses personales y la improvisación en la cúpula
del pugilismo profesional —dividido en la AMB, el Consejo y la
Organización Mundial de Boxeo— que, carente de principios, maneja a
sus peleadores según convenga, en detrimento de la ética y la
credibilidad. Todo esto refuerza la crisis existente en este deporte
rentado, especialmente en la división de los superpesados.
Esta pelea fue autorizada por personajes tan inescrupulosos como
los que dieron luz verde a Mohamed Alí en sus últimas salidas,
conscientes de que lo exponían a inmerecidos castigos; golpizas en
buena medida causantes de su enfermedad de Parkinson, que comenzó a
padecer poco tiempo después de su retiro en 1981. Precisamente la
última ocasión en que Zurich presentó una disputa de similar
envergadura fue en 1971, escenario donde Alí dejó fuera de combate
al alemán Juergen Blin.
Algunos vaticinan que Holyfield pudiera engrosar la relación de
los más de 600 profesionales muertos sobre el entarimado. Ahora
quizá le vaya peor que en 1997, cuando cruzó guantes con el
problemático Mike Tyson, y este, en un desesperado intento por
cambiar su desfavorable puntuación, lo mordió dos veces en una
oreja.