Emociones electrónicas

MICHEL HERNÁNDEZ
michelher@granma.cip.cu

Del más famoso encuentro de música techno del mundo, el Love Parade de Berlín, a los célebres carnavales brasileños; de los ambientes nocturnos de los clubes y las discotecas de Tokio, a la arena de los festivales Creamfields, en Buenos Aires, y Sonar, en Barcelona; de los laboratorios sonoros de Bristol o Manchester al mestizaje de los barrios neoyorquinos, la textura de la música electrónica ha venido incorporando cada vez más elementos de la tradición del rock and roll, el jazz, el reggae y la cultura hip hop para convertirse en uno de los lenguajes más universales y creativos de estos tiempos.

Foto: JUVENAL BALÁNPrecisamente esa fue la conexión que inspiró a Dj Wichy, del Vedado, a subir al escenario del teatro del Museo Nacional de Bellas Artes. Lo hizo escoltado por Tony Rodríguez (pianista) Oliver Valdés (batería), Carlos Millares (saxofonista), José Ángel (percusión), Arema, Alfredo PL y Maykel Xtremo (voces).

Durante casi dos horas presentó las credenciales de una obra que le ha servido de rampa de lanzamiento para asistir a conocidos eventos, como los festivales organizados por el proyecto Rotilla —que se realizan en diferentes puntos de la geografía insular con el propósito de relacionar diversas ramas de la electrónica con las artes visuales y performances— y que lo llevó hace algunos años a integrar el grupo de Djs que pasearon la música electrónica por todo el país, itinerario grabado en el documental Dancefloor Caballeros.

En un concierto dedicado a la memoria del maestro Juan Blanco y con el auspicio del Laboratorio Nacional de Música Electroacústica, este artista, una de las figuras más interesantes de la escena electrónica de la música cubana urbana, junto a DJ Joy, de Cuba o Dj Dark, entre otras, ofreció al público un viaje a través de sus emociones sonoras, empaquetadas en ritmos hipnóticos y burbujeantes preñados de resonancias que, en esta ocasión, parecían tomar como base inicial componentes del acid jazz, el latin house y otros sonidos del groove electrónico.

En su ceremonia de iniciación en Bellas Artes, Wichy hurgó en la fortaleza de su reserva genética para abrir, como diría Jim Morrison, las puertas de la percepción hacia las profundidades de un mundo propio habitado por las criaturas sonoras que se desplazan en el universo de la electrónica y el jazz, y que estableció vasos comunicantes con la herencia africana de la música cubana, creando células rítmicas sensibles de englobar dentro de los fundamentos del ethno techno.

La arquitectura del espectáculo, reforzada con fugaces redes de imágenes que le tomaban el pulso a la naturaleza insondable de la vida cotidiana, tuvo otros momentos reseñables con las intervenciones del baterista Oliver Valdés, el percusionista José Ángel, y una sensual chica que se aventuró a probar suerte en los terrenos del trip hop.

Lo cierto es que este concierto no solo sirvió de tributo y reactualización del legado de ese adelantado creador que fue Juan Blanco, sino que, además, sacó a la superficie los atendibles impulsos creativos y la vitalidad de un artista que, situado a la vanguardia de los Djs cubanos, pone a latir a la música del patio al compás del nuevo milenio.

 

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