Hombre tallado en héroe

Alberto Núñez

La llegada del forastero en busca del bisoño jefe Donato Mármol levantó cierto recelo en este y en la tropa que le acompañaba aquella noche del 25 de octubre de 1868 en la Plaza de Armas de Jiguaní. Apenas dos semanas tenía la contienda contra el poder español.

El visitante, hombre de poco más de 30 años de edad, exhibía madurez y marcialidad ante los insurrectos. Portaba un documento de Carlos Manuel de Céspedes para entregar a Donato, en el que el iniciador de la gesta independentista indicaba utilizar los servicios del oficial retirado de las reservas dominicanas, con el grado de coronel. Así ingresa Máximo Gómez Báez en la revolución naciente.

Usted va a mandar nuestra vanguardia; escoja doscientos hombres y disponga lo necesario, ordena Mármol. Y 24 horas después el genial militar inscribía su nombre en nuestra historia al emboscar la columna del coronel Quirós y proporcionarle cuantiosas bajas en el lugar conocido como Venta del Pino, hacerla retroceder y así salvar a Bayamo.

Desde entonces, todos los días durante 30 años Gómez golpeó sin descanso al dominio español hasta que este perdiera su última posición en América. Las batallas en La Sacra, Palo Seco, Las Guásimas, El cafetal González y Mal Tiempo ilustran con creces la grandeza del Generalísimo.

Sobreviviente de tantas campañas en la manigua, seguramente por esa mezcla de audacia y azar, pues siempre encabezó la caballería, no detuvo su lucha ni aun en los días aciagos de la intervención de los Estados Unidos y la república mediatizada.

Porque Gómez entendió la guerra y la vida como Martí: por tener la Patria libre "se debe despertar en la primera batalla y no dormir hasta haber ganado la última".

 

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