Blanca Urbay Suárez, con sus 46 años de vida en La Playa donde
nació y vivió hasta el siete de noviembre último, cuando salió con
su familia evacuada hacia Camagüey, no acaba de equilibrar sus
sentimientos de estupor y realidad.
Cuenta que cuando llegó cuatro días después del paso del huracán
Paloma por La Playa, en su querido Santa Cruz del Sur, no podía dar
con el lugar donde se ubicaba su casa y se había parado precisamente
frente a ella: el piso de unas cinco casas era todo cuanto había
allí cubierto de escombros.
Así lo narra ella en momento en que intensas tareas de
recuperación se desarrollan en este municipio, cuando damnificados,
linieros, personal de salud, artistas, movilizados de equipos de
carga y camiones, y toda la población se funden en jornadas
laborales de sol a sol.
La escena resulta difícil: hombres curtidos por el sol de las
fuertes faenas de pesca, junto a sus esposas o vecinos, trabajan en
silencio, sin la alegría y jovialidad que los caracteriza.
A veces afloran lágrimas en los ojos, pero siguen tan ocupados y
empecinados como cuando en el mar enfrentan el mal tiempo, o el
insoportable sol y logran cumplir sus duras tareas de pesca.
Van levantando alguna teja o pedazos de palos recuperables que
puedan servirle para una vivienda temporal, otros no encuentran ni
eso.
Sin embargo, trabajan todos, hombres, mujeres, y hasta niños,
unos limpiando lo que pudieron salvar, otros colocando al sol
refrigeradores, televisores, ventiladores, escaparates, muebles,
libros y libretas escolares, ropas, todo lo que el mar no les
arrebató.
Grandes grúas y camiones recolectan y limpian el lugar, médicos y
personal de salud reparten productos para clorar el agua y
medicamentos preventivos de enfermedades.
Los linieros trabajan incontables horas para restablecer el daño
al sistema eléctrico y los telefónicos hacen otro tanto en postes de
sus servicios, y ya los resultados se sienten.
Por las noches los artistas convocados por el escultor y pintor
K'cho, quienes viven junto a ellos en estos días, mueven al
esparcimiento y a un rato de "desconexión" de la tensión de la
recuperación y la limpieza.
No faltan los representantes de los Consejos de Defensa, desde la
provincia hasta el municipio y la zona, dando aliento, buscando
rápidas soluciones, aligerando las tareas y atendiendo a quienes se
le acercan; en tanto buscan variantes temporales para quienes
quedaron sin sus viviendas.
Varios camiones con tejas, bloques, rolos de madera, clavos y
otros materiales se alinean para iniciar la entrega de los recursos.
Trabajadores sociales, llegan a los más necesitados, recorren
barrios, comunidades, como lo hacen también funcionarios del Partido
Comunista de Cuba y de las organizaciones de masas en el municipio y
la provincia.
Los santacruceños no están solos, lo saben y lo dicen, tienen fe
y confianza en medio del dolor por el golpe.
Citan a Raúl y al Comandante en Jefe, porque Fidel está allí en
sus mentes, en su confianza en la Revolución, quienes no
permitieron que nadie muriera por este huracán, como ocurrió con los
más de tres mil fallecidos en 1932.
Lo dicen y lo agradecen.
Saben también los del barrio de La Playa que en el mundo de hoy,
vivir tan cerca del litoral va dejando de ser un privilegio
paradisíaco para convertirse en juego de azar.
O juego del clima, porque el terror puede llegar en cualquier
momento, gracias, y también lo saben, al daño que los ricos han
hecho al planeta.