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China sigue demostrando la validez del socialismo
Oscar Sánchez Serra
oscar.ss@granma.cip.cu
El 23 de noviembre del 2004, el Comandante en Jefe Fidel Castro
expresaba: ante los mortales peligros de ayer y los aún peores de
hoy, el socialismo quedará definitivamente como la única esperanza
real de paz y supervivencia de nuestra especie. Esto es precisamente
lo que han demostrado de forma irrebatible el Partido Comunista y el
pueblo de la República Popular China. Demostraron a la vez, como lo
han demostrado también Cuba y otros países hermanos, que cada pueblo
debe adaptar su estrategia y sus objetivos revolucionarios a las
condiciones concretas de su propio país, y que no existen dos
procesos revolucionarios socialistas absolutamente iguales. De cada
uno de ellos podrán tomarse las mejores experiencias y de cada uno
aprender de sus más graves errores.
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Pudong, en la
ciudad de Shanghai, una de las expresiones más nítidas de la
voluntad del pueblo chino. Vea en las imágenes la misma zona
en 1990 (derecha) y en el 2008, solo 18 años después. |
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Hoy, tras la privilegiada oportunidad de recorrer más de 6 000
kilómetros del vasto territorio de la gran nación asiática (el
tercer país del planeta en extensión), palpar sus impresionantes
avances científico-técnicos; deslumbrarnos ante la magnificencia de
urbes como Beijing, Shanghai o Suzhou; apreciar los grandes saltos
de sus indicadores económicos y también percatarnos de los problemas
que enfrentan en el orden social, aquellas palabras del líder de la
Revolución Cubana parecían acompañarnos en los 17 días de estancia
en la República Popular China.
Para quien no ha estado nunca en esa inmensa geografía, llegar en
este 2008 puede parecerle que arribó a otra galaxia o que ha caído
de sopetón en una escena de una película de ciencia ficción.
Arquitectura futurista, una alta informatización de la sociedad,
extraordinaria infraestructura vial, modernos medios de transporte,
amplios y funcionales aeropuertos (el de Beijing es considerado el
más grande del orbe), un movimiento industrial y constructivo
asombroso, impresionante actividad comercial. Son algunas de las
ventanas por donde el mundo se asoma, casi perplejo, a China.
Paralelamente se puede tocar con las manos el respeto a una rica
y antigua cultura, llena de tradiciones, que ha desafiado el
acelerador del desarrollo, para mostrar a una nación en la cual lo
moderno y sus antecedentes más lejanos se funden para embarazar al
que la visita con un mundo fascinante.
CHINA SABE LO QUE TIENE, PERO TAMBIÉN LO QUE LE
FALTA
Es el 2008 el año 30 de la reforma china, encabezada por Deng
Xiaoping, dirigida a desarrollar la nación y en la cual, bajo la
premisa el desarrollo es la razón, se disparó un gigantesco proceso
inversionista que no tardó en brindar resultados. Tampoco se
demoraron en aparecer los males de tan acelerada espiral: una
desigual distribución de los ingresos del país, marcada diferencia
entre la ciudad y el campo y la erosión del medio ambiente, son
algunos de los perjuicios hoy presentes, a través de los cuales y no
de sus avances se pretende juzgar a China.
Pero ojo, a diferencia de cómo quiere occidente mostrarla al
mundo, esta nación y su reforma no plantean una renuncia a los
postulados del socialismo, mucho menos una ruta hacia el
capitalismo, otra de las etiquetas mediáticas con la cual se
pretende identificar el colosal desarrollo alcanzado en solo 30
años, con el objetivo de vilipendiar al modelo socialista.
En octubre del 2007, el XVII Congreso del Partido Comunista Chino
incluyó la concepción científica del desarrollo, caracterizada por
la consideración del ser humano como lo primordial y por un
desenvolvimiento integral, coordinado y sostenible, cualidades todas
intrínsecas al socialismo y al propio tiempo incompatibles con el
capitalismo. La historia se ha encargado de corroborarlo: los niños
que mueren a causa de enfermedades curables, el analfabetismo, la
desnutrición, la pobreza en más de 100 naciones del mundo, son
consecuencias de los daños acumulados de ese sistema.
Una larga lista de propósitos se encuentra dentro de la citada
concepción, entre los que se destaca la armonía en el desarrollo
entre la ciudad y el campo, entre las regiones, entre la economía y
la sociedad y entre la persona y la naturaleza. Es decir, sobre los
principales problemas que hoy enfrenta ese país, lo cual muestra a
sus autoridades con una coherencia entre el discurso y la realidad,
pero también sabedoras de lo que tiene y lo que le falta.
El desarrollo eS
PROPOrCIONAL AL LIDERAZGO DEL PARTIDO COMUNISTA CHINO
Y fueron precisamente esos los temas en los que se centró el III
Pleno del Comité Central de Partido Comunista, cuya sesión final
coincidió con el día de nuestro arribo a Beijing el pasado 12 de
octubre. Por ejemplo, lanzó una estrategia de desarrollo en las
áreas rurales desde ahora hasta el 2020, destinada a mejorar las
condiciones de vida y de trabajo de los campesinos, a quienes espera
duplicar el ingreso per cápita a finales de la próxima década. En el
2007 fue de poco más de 605 dólares, lo cual se verá incrementado al
cierre del venidero diciembre en más de un seis por ciento.
En un encuentro con Liu Yunshan, miembro del Buró Político del
Comité Central del Partido y Jefe de su Departamento de Información
y Propaganda, conocimos que además del proyecto en las áreas
rurales, la prioridad de las autoridades responde a satisfacer cada
vez más la amplia demanda interna, dirigiendo su atención a una más
justa distribución de las riquezas del país. De la misma manera que
tienen en su centro de atención el medio ambiente. El propio Liu
expresó, "tenemos problemas medioambientales y un país que aspire a
altos niveles de desarrollo debe hacerlo de una forma sostenible".
Afirmó Liu que solo la perseverancia en el socialismo con
peculiaridades chinas (inversiones extranjeras, desarrollo de la
propiedad estatal y también privada, o lo que se conoce como un
país, dos sistemas), que se corresponde con la situación actual de
esa gigantesca nación con casi 1 400 millones de habitantes y 56
etnias y que responde a los preceptos de la concepción científica y
con el desarrollo alcanzado en estos 30 años de reforma, podemos
hacerle frente, con éxito, a los actuales problemas.
Hoy la poderosa maquinaria de la prensa occidental y las grandes
potencias de ese pequeño y selecto mundo no pueden desconocer el
desarrollo alcanzado por China, ni dejar de hablar de que su PIB es
de dos cifras desde el 2002 y que en este 2008 repetirá el par de
dígitos (entre 10,1 y 10,4), que sus reservas son de dos billones de
dólares o que es el segundo país más exportador del planeta¼ pero
omiten por completo la labor institucional del Gobierno y del pueblo
y el rol del Partido Comunista (PCCh), como conductor de esos
procesos.
Pero, aun cuando se manipule, esa es una realidad palpable.
Caminar por las calles de las grandes ciudades o por las aldeas del
campo, ya sea por el centro u occidente chino, hoy las zonas más
atrasadas, es sentir el liderazgo del Partido, que en su estrategia
y nuevas concepciones no ha negado ni su historia ni sus principios,
pues cuando habla de concepción científica plantea que es una teoría
coherente con el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong,
la teoría de Deng Xiaoping y el pensamiento de la triple
representatividad, consistente esta última en que el Partido debe
representar siempre lo que se exige para el desarrollo de las
fuerzas productivas más avanzadas, el rumbo por el que debe marchar
su cultura, así como los intereses de sus masas populares más
amplias.
Como dijo el compañero Fidel aquel 23 de noviembre del 2004,
fecha en que el Consejo de Estado de la República de Cuba le
otorgara al presidente Hu Jintao la más alta condecoración de
nuestra Patria, la Orden José Martí: China se ha convertido
objetivamente en la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo
para todos los países del Tercer Mundo. |