Hoy los bolivianos miran hacia el referendo constitucional del 25
de enero del año entrante. La aprobación de la nueva Carta Magna
podría hacer realidad la aspiración de refundar la nación. Sin
embargo, el camino es aún complejo. Si bien Evo y las organizaciones
sociales conducen el timón hacia el cambio, la derecha y Washington
intentan desdibujar el horizonte.
Días atrás la secretaria de Estado norteamericana, Condolezza
Rice, comunicaba que Bolivia era retirada de un programa de
preferencias comerciales, debido a su "ineficacia en la lucha
antidrogas".
Para el Gobierno de la nación sudamericana, la decisión, que
podría arrojar a la calle a unos 30 000 trabajadores bolivianos con
empleo directo y derivaría en la ausencia de mercado para más de 300
millones de dólares en exportaciones, estaba clara.
La determinación de la Casa Blanca es una represalia contra
Bolivia, declaró Evo, quien, al suspender por tiempo indefinido las
actividades de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus
siglas en inglés), arrojó luz sobre las operaciones de la entidad en
apoyo al frustrado golpe cívico contra su mandato.
Mientras la oposición, tras el respaldo popular del 67% que
recibió el Presidente en el referendo revocatorio del 10 de agosto,
se apoderaba de instituciones estatales, desabastecía de gas y otros
productos a diferentes regiones, y en Pando, morían en una masacre
18 campesinos seguidores del Movimiento Al Socialismo (MAS)
––situación que hizo instalar el estado de sitio en ese
departamento––, la DEA era parte del espionaje político y la
promoción de sabotajes en los aeropuertos de Trinidad y Riberalta.
Otra vez, EE.UU. se aliaba a los prefectos opositores, quienes,
presionados por el respaldo de los mandatarios de la Unión de
Naciones Sudamericanas (UNASUR) al Gobierno boliviano, tomaron
asiento en Cochabamba para discutir la nueva Constitución.
Los pretextos de los miembros del autodenominado Consejo Nacional
Democrático (CONALDE) incluyeron hasta la revisión íntegra del texto
constitucional. Frente a la negativa de los interlocutores,
encabezados por el vicepresidente Álvaro García Linera, a poner en
riesgo los preceptos esenciales del proyecto, el Acuerdo Nacional,
que daría luz verde al referendo sobre la Carta Magna, quedó sin
cerrar. Las conversaciones subieron al Senado.
Después de varios días de discusiones entre el MAS, que
representa Evo Morales, y los partidos mayoritarios de la oposición:
Poder Democrático Social (PODEMOS), dirigido por el ex presidente
Jorge Quiroga; el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR); y
Unidad Nacional (UN), el Gobierno alcanzó los dos tercios que
necesitaba para viabilizar la ley de convocatoria al referendo
dirimidor sobre la tierra y aprobatorio de la Constitución.
La voluntad de diálogo del Ejecutivo boliviano permitió
modificaciones en el proyecto constitucional, aprobado el pasado
diciembre en Oruro, que, según el propio mandatario, no extraviaron
"la sustancia política de la propuesta original".
En la Plaza Murillo, de la capital, los sectores populares, que
marcharon desde Caracollo para exigir la aprobación del convenio
entre el oficialismo y la oposición, festejaron junto a Evo el
acuerdo.
Sin embargo, en esta ocasión, tampoco faltaron las trabas al
referendo sobre la Carta Magna. El Jefe de Estado optó por la
renuncia a una segunda reelección en el 2014, que usaban los
opositores como excusa para evadir el arreglo. Lo urgente era
"ponerle un candado a la Constitución, por si algún día dejamos de
ser Gobierno", advirtió Morales.
Según el periódico El Deber, las prefecturas de la Media Luna
(Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija) y Chuquisaca, bajo el mando de
Santa Cruz, ya han anunciado la creación de un Frente Amplio para
impedir la aprobación de la Carta Magna. PODEMOS también divulgó el
comienzo de una campaña similar, pues, entre otros elementos, se
resisten a una Constitución que "pone en riesgo la propiedad privada
de la tierra", y "oficializa 36 idiomas indígenas".
Entretanto, otra parte de la oposición, en un inminente giro de
planes, proclamó su respaldo a la Ley de leyes, por lo que las
organizaciones seguidoras del MAS pidieron a Morales "adoptar
decisiones para evitar que, como un caballo de Troya, debiliten los
programas del Gobierno".
Más allá de alusiones geográficas, la guerra de La Paz sugiere
otro tiempo: la época en que Evo y los movimientos sociales, frente
a una oposición que se niega a ceder privilegios, continúan las
movilizaciones por la Carta Magna, la hoja de ruta para consolidar
el cambio.