El presidente electo
estadounidense, Barack Obama, mantendrá hoy su primera reunión con
la Agencia Central de Inteligencia (CIA), según informó la
televisora CNN.
De acuerdo con su director Michael Hayden, Obama recibirá la
misma sesión informativa que el presidente saliente, George W. Bush.
Esta reunión, señaló Hayden, será más detallada y exhaustiva con
respecto a las efectuadas cuando era candidato a la Casa Blanca, en
las que también participó su rival republicano, John McCain.
Las guerras en Iraq y Afganistán están entre los problemas de
seguridad inmediatos que enfrentará el gobierno de Obama, precisó
Hayden.
Trataremos, agregó, las protestas en Paquistán por los ataques
estadounidenses a milicianos en territorios ubicados en la frontera
con Afganistán y el futuro de la prisión de Guantánamo para
sospechosos de terrorismo, que Obama quiere cerrar.
De acuerdo con datos oficiales, el presupuesto de esta
organización de inteligencia se estima en más de 47.5 mil millones
de dólares distribuidos entre 16 agencias.
Tanto Obama como McCain coincidían en la necesidad de reorganizar
los costosos servicios de espionaje norteamericanos, pero el dilema
es sumamente complejo y polémico, señala Jeff Bliss, corresponsal en
Washington de Bloomberg.net.
Según expertos, el primer desafío será reelaborar una ley de
2004, diseñada para impedir errores como: no evitar los atentados
del 11 de septiembre del 2001 y asegurar que Iraq tenía armas de
destrucción masiva.
Esa legislación estableció una oficina de mil 500 empleados,
encabezada por el Director de Inteligencia Nacional (DNI), encargada
de supervisar a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y a otros
servicios de espionaje.
McCain aspiraba a emplear un esquema de postguerra de la Oficina
de Servicios Estratégicos (OSS por sus siglas en inglés), como un
modelo para una agencia más modernizada ocupada de las operaciones
clandestinas, de guerra sicológica y de las paramilitares.
Mientras, Obama pretende mantener a los espías alejados de la
política, pues algunos analistas le decían al presidente George W.
Bush lo que quería escuchar y no la verdad de lo que estaba
ocurriendo en la guerra en Iraq.