Podía
haber envejecido entre atestados y contratos comerciales o
componiendo danzas y canciones a la usanza tradicional. Pero el
bufete no fue más que estación de tránsito y la música que llevaba
por dentro desbordaba las convenciones de su época.
Por ello muchos convendrán en que Juan Blanco fue —seguirá
siendo— uno de los grandes adelantados de la música cubana de todos
los tiempos.
Aunque conocíamos el desgaste físico que sufría por su edad
provecta, no dejó de sorprendernos su deceso este miércoles en la
capital cubana, como consecuencia de un paro respiratorio.
La vida de Juan estuvo siempre iluminada por el duende de la
invención. Ese espíritu fundador lo llevó a concebir la primera
pieza cubana producida por medios electrónicos, a fundar el
Laboratorio Nacional de Música Electroacústica, y a idear el
festival internacional Primavera de Varadero (hoy de La Habana), que
clasifica entre los de mayor prestigio a escala mundial en esa
especialidad.
Juan nació en Mariel en 1919. Estudió Derecho en la Universidad
de La Habana, aunque desde la adolescencia, una vez descubierta su
vocación artística, se entregó a una sólida formación académica en
la música.
Activo miembro de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, que
desafió la indolencia de la república neocolonial ante la cultura,
estuvo entre los realizadores del filme El mégano, de Julio
García Espinosa (no solo compuso la banda sonora sino ayudó en
tareas de producción), secuestrado por la dictadura.
Para Juan resultaron providenciales los encuentros sostenidos con
Alejo Carpentier unos meses después del triunfo de enero de 1959. El
novelista y musicólogo le hizo escuchar discos de música concreta
que había comprado en París.
Ya Juan, en 1942, había presentado en el Registro de Marcas y
Patentes la memoria descriptiva y la información gráfica de un
instrumento de su inventiva al que denominó multiórgano. Con Alejo
comprendió, como también Leo Brouwer y casi de inmediato Carlos
Fariñas, que la música electroacústica abría posibilidades
insospechadas para la ampliación del espectro sonoro.
Fue entonces que decidió pasar del dicho al hecho: valiéndose de
tres magnetófonos de uso doméstico y un oscilador de audio creó en
1961 Música para danza, la primera pieza electroacústica
cubana. Tres años más tarde, en la sede de la UNEAC, organizaría el
primer concierto electroacústico entre nosotros donde estrenó
Estudios I y II y Ensemble V, para cinta magnetofónica.
Dueño de un extenso e intenso catálogo autoral, reconocido
internacionalmente, sobre la obra de Juan Blanco habrá que volver
una y otra vez. Eso sí, con la mirada puesta en el futuro.