Cundo Bermúdez, el último maestro de la segunda generación de la vanguardia

Pedro de la Hoz
pedro.hg@granma.cip.cu

Con la muerte de Cundo Bermúdez el pasado jueves en Estados Unidos, donde residió largamente, se despidió a los 94 años de edad el último maestro de la segunda generación de la vanguardia cubana del siglo pasado.

Flautista, óleo sobre tela. Colección del Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.

Su irrupción en el plano internacional tuvo lugar en 1943, cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó a tres representantes de la vanguardia inicial, Amelia Peláez, Fidelio Ponce y Carlos Enríquez, y a dos jóvenes que evidenciaron prontamente su talento: uno era Mario Carreño; el otro Cundo Bermúdez.

A partir de ese momento, dentro y fuera de Cuba, con paciencia y rigor, inmerso en un medio donde el arte era mirado como un lujo de pocos y no una necesidad de muchos —recuérdese que tuvo que colgar sus cuadros en 1937 en el parque Albear—, el pintor acrecentó sus valores. Hitos decisivos en esa trayectoria fueron sus exposiciones en París (1951) y Munich (1952), su selección a la Bienal de Sao Paulo (1956) y la magnífica muestra personal de ese año en el Lyceum habanero. En 1994 la casa de subastas Sotheby’s le dedica una velada conmemorativa por sus 80 años.

Al conocer la noticia del fallecimiento de Bermúdez, Lesbia Vent Dumois, presidenta de la Asociación de Artistas Plásticos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, expresó a Granma: "Fue uno de los representantes de la llamada Escuela de La Habana, y pertenece por derecho propio al patrimonio artístico de la nación. El Museo Nacional de Bellas Artes atesora parte de su legado. Debemos estudiar su obra y detenernos en ella".

Había nacido en La Habana el 3 de septiembre de 1914. En 1930 sus inquietudes artísticas lo llevaron a la Academia de San Alejandro. Su nombre estará siempre asociado a los de Mariano, Carreño, Portocarrero y Martínez Pedro.

 

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