Un Cabaret avanza

NORGE ESPINOSA MENDOZA

Tras presenciar el estreno de Cabaret, la más reciente puesta de Mefisto Teatro bajo las órdenes de su director general, Tony Díaz, decidí esperar a que el espectáculo ganara la dinámica prometida por su larga temporada. Confiando en que el contacto con el público perfeccionaría detalles, dejé pasar los días. Finalmente, regresé a la sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht para confrontar un segundo elenco y descubrir si mi apuesta había tenido o no éxito. Estas líneas son el resultado de ese retorno a Cabaret.

En noviembre de 1966 fue estrenado este título, que aportó valores a un nuevo concepto del musical, y logró ir eliminando rasgos frívolos y meramente decorativos para demostrar que la mezcla de melodía y acción dramática puede ser un magnífico resultado estético, no exento de planteamientos profundos. De hecho, no pocos tienen una imagen veraz del Berlín de los primeros años de la década del 30 gracias a esta pieza, adaptada en 1971 por Bob Fosse al cine en una prodigiosa versión. La partitura de Kander y Ebb y los diálogos de Joe Masteroff son un complemento perfecto al submundo retratado por Christopher Isherwood en las novelas y relatos en los que se basa Cabaret; de ahí la trascendencia y permanencia de este título en las carteleras de todo el orbe.

Sally Bowles, la excéntrica protagonista de este musical, llega a Cuba con poco más de cuatro décadas de atraso. Contaminados por la versión cinematográfica, muchos esperaban ver en la escena un eco de aquella. Tony Díaz, sin embargo, parte de la versión de David Guerra, que recicla elementos del filme, el libreto original y la prosa de Isherwood, en pos de una imagen propia. En tanto esta es una versión, creo pudieron haberse ahorrado varias reiteraciones innecesarias. La traducción de las canciones no siempre me parece feliz. La puesta, en general, tiene un primer acto más sólido, debido a que la acción no se detiene tanto como en el segundo, en el cual los números musicales retardan la llegada del final, creando la nada útil ilusión de varios desenlaces sucesivos.

El director ha contado con los talentos de Iván Tenorio, Carlos Repilado y Vladimir Cuenca en la coreografía, las luces y el vestuario. Cada uno de ellos aporta el valor seguro de su experiencia, sin rebasar los hallazgos que han mostrado en desempeños anteriores. La sala Tito Junco, por sus características y dimensiones, es un lugar difícil de iluminar, y francamente sordo para el género. Ni los micrófonos inalámbricos, añadidos al final de la temporada, ayudaron a entender ciertas estrofas de una obra que conozco bien. El elenco, básicamente joven, trata de suplir con la energía propia de sus edades las carencias de un entrenamiento como el que exige el musical: un training especializado que permita al actor cantar, danzar e interpretar en un sentido teatral, que no cercano al del concierto lírico ni el salón de baile. Hay muchas horas de sudor y repetición tras el virtuosismo de un elenco que asuma hoy Cats, JesusChrist Superstar o Rent. Es en ese sentido que debe trabajarse todavía más. Y en remover concepciones anquilosadas del género, trayendo a nuestro país obras no menos exitosas y también más recientes.

Gretel Cazón envuelve a su Sally en la certeza de su voz, bien entrenada pero aún no tan firme en comunicar emociones. Araina Begue juega cartas contrarias, con una Sally no del todo segura en lo vocal pero de más garra interpretativa: creo que las dos actrices, sanamente, podrían aprender la una de la otra. Enrique Estévez y Frank Egusquiza transmiten la inocencia de Christopher, el primero en uno de sus mejores desempeños hasta ahora, y el segundo todavía atado a una voz demasiado grave, que podría trabajar en otras inflexiones. Heydi Villegas y Ramón Ramos son los veteranos del conjunto, y asumen dignamente sus muy sufridos roles. Yenly Veliz, como Rachel, es una sorpresa que sabe manejar, muy en el tono de la obra, lo que de humorístico y terrible pueden tener sus personajes. Dejo para el final a Rayssel Cruz, con su Maestro de Ceremonias. Este joven ha conseguido, en pocos años, demostrar un talento que hoy lo hace merecedor de este papel y de los aplausos que cierran cada representación. Su versatilidad y calidad en la entrega lo señalan como un excelente anfitrión del Kit Kat Club. Y ojalá que de futuros montajes de Mefisto Teatro.

Tony Díaz ha cumplido con su anhelo de regalarnos Cabaret. La puesta es polémica, pero es quizás lo más cercano que tenemos al musical tal y como se exhibe en varias capitales, sobre todo después de haber padecido algunas experiencias decepcionantes. Ello quiere decir, solamente, que hay mucho todavía por hacer. Pero puede decirse que la idea de un nuevo musical en Cuba, como este Cabaret, es una apuesta que pese a todo, avanza.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir