La larga marcha de la crisis económica capitalista
Osvaldo Martínez*
Antes
de reseñar lo ocurrido hasta aquí es conveniente recordar dos
aspectos muy relacionados con la actual crisis. El primero es el
esencial planteo de Carlos Marx acerca del carácter cíclico del
sistema capitalista, lo que significa su movimiento periódico a
través de fases, de las cuales una es la crisis económica. La crisis
no es una anormalidad, sino una regularidad que en la peculiar
naturaleza de ese sistema, equivale a un desagradable, destructor y
necesario purgante que después de destruir empresas, causar ruina,
provocar desempleo, facilita una nueva etapa de crecimiento
económico basado en la reconstrucción de lo destruido.
Si para Marx las crisis eran de superproducción o sobreproducción
debido a una acumulación de mercancías producidas que no encontraban
comprador porque los ingresos de la mayoría de los compradores
(obreros asalariados) se retrasaban respecto a la dinámica
productiva empujada por el afán de ganancia, ya con el surgimiento
del imperialismo y el crecimiento del papel de las finanzas, las
crisis capitalistas incorporan un nuevo factor que apenas existía en
época de Marx y solo en pequeño grado en época de Lenin: el peligro
de las burbujas financieras capaces de destruir la estructura de las
finanzas, lesionar gravemente el crédito y por esa vía llegar a
provocar un desplome de la demanda real y desembocar en una crisis
de efectos como los anunciados en el análisis pionero de Carlos Marx.
La crisis económica que acompañó a la Primera Guerra Mundial
(1914-1918) fue parcialmente el estallido de una burbuja financiera
y la crisis de 1929-33 (la más profunda y abarcadora hasta el
presente) fue un estallido de ese tipo, que desplomó el crédito,
derrumbó la demanda real y abrió camino a lo que se conoce desde
entonces como la Gran Depresión de los años 30, la cual solo
encontró "solución" completa con el estallido de la Segunda Guerra
Mundial en 1939, la destrucción de Europa y Japón, y la posterior
reconstrucción de posguerra.
BURBUJA FINANCIERA
Un segundo aspecto a recordar es el significado de una burbuja
financiera. Para hacerlo es necesario tener en cuenta la diferencia
entre la economía real y la economía especulativa. La economía real
es aquella en la que se crean bienes y servicios que satisfacen
necesidades humanas, en la que se invierte trabajo creador de
valores de uso y valores de cambio, que aplica tecnologías y las
desarrolla, que alimenta el crecimiento económico real, en tanto que
la economía especulativa es la compra-venta de títulos de valor en
sucesivas compras y ventas de papeles, que van creando cadenas de
ganancias especulativas en cada operación y también cadenas de
deudas, sin que agreguen valor o valor de uso en términos reales, y
tendiendo a alejarse de la economía real y crear una dinámica
propia, a medida que la especulación crece.
No pocos economistas (en especial John Maynard Keynes) han
llamado la atención sobre la peligrosidad de las burbujas
financieras, las cuales tienden a estallar si la especulación no es
controlada dentro de límites. Ese control debe hacerlo el Estado
mediante la regulación del sector financiero y con la política
tendiente a favorecer la inversión productiva en economía real por
encima de la inversión financiera especulativa, y esta fue la
esencia de la política keynesiana aplicada en Estados Unidos a
partir del gobierno de Roosevelt y que se hizo predominante en el
mundo aproximadamente hasta 1980.
Con la opción del neoliberalismo como política económica
predominante, el sector financiero y la especulación encuentran la
fórmula ideal para sus intereses. La desregulación financiera se
impuso y consistió esencialmente en eliminar toda regulación o
restricción al libre movimiento del capital (en especial en forma
financiera), incluyendo las regulaciones sobre seguridad y
transparencia en las operaciones bancarias. Se inició una etapa en
la que las regulaciones de la era keynesiana fueron barridas y se
permitió la disminución de las reservas bancarias de garantía, la
retirada de ciertos tipos de pasivos de los balances de las
entidades financieras ocultando el verdadero estado de ellas, el
funcionamiento de los paraísos fiscales, las abusivas acciones de
las agencias calificadoras de riesgo y en consecuencia, la
especulación desenfrenada con todo lo susceptible de rendir una
ganancia apostando a un precio futuro en la economía de casino que
domina el llamado mercado financiero globalizado y cuyo centro es la
economía de Estados Unidos.
La especulación con petróleo, alimentos, materias primas, tasa de
cambio de monedas y muchas otras cosas se convirtió en la tendencia
dominante porque en ella se obtenían ganancias muy elevadas, rápidas
y fáciles.
LOS EFECTOS
La crítica marxista y no marxista a las burbujas financieras
señala dos graves daños que ellos provocan. Uno de ellos es que
tienden a estallar, porque su lógica consiste en que las operaciones
especulativas son más rentables cuanto más arriesgadas e inseguras y
además crean adicción pues obligan a aumentar la masa de dinero y la
cadena de deudas involucradas, hasta que dicha cadena se quiebra en
algún punto por deudas no pagadas y la armazón especulativa se
desploma con un efecto muy peligroso de arrastre sobre las
instituciones financieras y probable contracción del crédito.
El otro efecto dañino de las burbujas especulativas no es tan
espectacular como el estallido, pero no es menos perjudicial para el
capitalismo, porque consiste en que masas crecientes del capital
dejan de invertirse en la economía real donde se crea empleo,
tecnologías y valores, para desviarse hacia la colocación
especulativa en forma líquida, en una actividad parasitaria y así
minando el potencial de crecimiento de la inversión de capital.
Ignorando los peligros de la especulación desenfrenada, el
neoliberalismo continuó avanzando en la desregulación financiera. En
1999 fue aprobada por el Congreso de Estados Unidos y firmada por
Clinton el Acta para la Modernización de los Servicios Financieros,
que fue la derogación de los controles sobre las finanzas y las
operaciones bancarias que quedaban todavía vigentes de la época
keynesiana y que fueron establecidos al calor de las experiencias de
la gran crisis de 1929.
En el año 2001 ocurrió un episodio de estallido de una burbuja
financiera en el sector de la informática en Estados Unidos, que
puede considerarse el antecedente inmediato de la crisis actual.
En esa ocasión quebraron grandes empresas como Enron, World Com y
otras, explotaron escándalos de contabilidad fraudulenta en el caso
de Enron, algunos miles de pensionados vieron esfumarse sus
pensiones al caer desplomados los fondos de pensiones vinculados en
Bolsa a la cotización de las empresas en bancarrota. Fue un claro
alerta de peligro, pero el gobierno de Bush no adoptó decisión
alguna y la burbuja financiera no se controló, sino que simplemente
se trasladó hacia el sector inmobiliario, adquirió un tamaño mucho
mayor y finalmente comenzó a estallar en agosto de 2007, dando lugar
al inicio de la crisis financiera actual.
DE LA CRISIS INMOBILIARIA A LA CRISIS
FINANCIERA
Lo ocurrido hasta ahora es el estallido de la burbuja financiera
en el sector inmobiliario de Estados Unidos, su impacto de derrumbe
sobre el mercado financiero de ese país es una línea ascendente de
crisis, hasta obligar al gobierno de Bush a renegar en los hechos de
su dogma neoliberal, nacionalizar entidades financieras y presentar
el más costoso plan de salvamento de las entidades en bancarrota que
jamás un gobierno haya presentado.
Han caído en quiebra los cinco grandes bancos de inversión (en
realidad de inversión especulativa) que fueron el brillante símbolo
de la floreciente industria de la especulación desbordada: Lehman
Brothers, Merril Lynch, Goldman Sachs, Morgan Stanley y Bearns y
Stern. Algunos de ellos como Lehman Brothers tenía 158 años de
existencia y había logrado sobrevivir a la crisis de los años 30.
De ellos quedan apenas con vida recortada Morgan Stanley y
Goldman Sachs, actuando ahora como simples bancos comerciales, y sin
hacer operaciones de titularización de valores que fueron su gran
centro de operaciones especulativas.
Entraron en quiebra las dos enormes agencias inmobiliarias
conocidas como Fannie Mae y Freddy Mac que financiaban la mitad de
las viviendas norteamericanas y fue necesario que el gobierno las
interviniera y refinanciara con 200 mil millones de dólares para
evitar su colapso total.
Entró en quiebra la gran entidad aseguradora de hipotecas
American International Group (AIG) y fue necesario que el gobierno
la interviniera y refinanciara con 85 mil millones de dólares.
También el gran banco comercial Washington Mutual, uno de los
mayores de Estados Unidos. Fueron a la bancarrota otra veintena de
bancos comerciales y un centenar está bajo examen de supervivencia
por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos.
La gravedad de la situación ha hecho que los Bancos Centrales de
los principales países desarrollados inyecten dinero en grandes
cantidades a la circulación, para impedir la parálisis en vista de
la tendencia a la contracción del crédito. La Reserva Federal (Banco
Central) de Estados Unidos ha inyectado varios cientos de miles de
millones de dólares desde que comenzó la crisis y otros bancos hacen
algo similar. Solamente el día 1 de octubre el Banco Central Europeo
inyectó 50 mil millones de dólares, el Banco de Inglaterra 30 mil
millones, el Banco Suizo 10 mil millones y el Banco de Japón 5 300
millones.
Por la dimensión de lo ocurrido, es la crisis financiera actual
la más severa crisis capitalista desde 1929 y abre una interrogante
hacia adelante en cuanto a su duración e intensidad. Estas pueden
ser aun mayores que entonces si se tiene en cuenta que la burbuja es
mucho mayor que aquella y es superior el grado de globalización que
hoy existe, lo que significa mayor capacidad de difusión de la
crisis entre economías mucho más interconectadas por los hilos del
mercado financiero globalizado.
En forma muy abreviada, se trata de la típica razón que hace
estallar las burbujas financieras: ellas crecen impulsadas por la
elevada ganancia en operaciones cada vez más arriesgadas, y por la
ausencia de controles, hasta que algún agente no puede pagar y
comienza el derrumbe en cascada.
En el sector inmobiliario de Estados Unidos el proceso es muy
claro. Allí creció la compra-venta de casas y de hipotecas sobre
ellas, al calor de las apuestas especulativas sobre el precio futuro
de las viviendas y creó una realidad magnífica a corto plazo para
los involucrados, aunque temporal y peligrosa. En esos años el
precio de las casas crecía de año en año, de tal modo que era muy
fácil pedir una hipoteca, pues el aumento de precio de la casa
compensaba rápidamente el costo de la hipoteca.
Fue un mecanismo eficaz para estimular el consumismo de la
población norteamericana que en los créditos hipotecarios encontraba
el financiamiento para hacer compras crecientes a cuenta de la
vivienda, cuyo precio crecía de año en año. A su vez, las entidades
financieras tomaban las hipotecas y las convertían en activos, las
titularizaban o convertían en títulos de valor y las vendían y
revendían con márgenes de ganancia en operaciones cada vez más
lucrativas y riesgosas.
Los vendedores de hipotecas las ofrecían con crecientes
facilidades, pues la especulación así lo pedía para aumentar la masa
de operaciones y se llegó a los llamados "créditos subprime" o
"créditos por debajo de la norma de calidad", que no son otra cosa
que créditos concedidos a prestatarios que en condiciones normales
nunca lo hubieran obtenido, pues no podrían demostrar solvencia para
respaldarlo.
Esto significa que se han difundido por el mercado financiero
globalizado una cantidad no precisada de títulos "podridos" o
portadores de créditos subprime incobrables, en forma encubierta,
bajo las astucias de la ingeniería financiera y la falsa
respetabilidad de las entidades que están ahora en quiebra. Esto
hace del mercado financiero globalizado —que se extienda por todo el
planeta— una especie de campo minado en el que explotan por doquier
estos valores "podridos" que la especulación y el neoliberalismo
difundieron y que no se sabe exactamente dónde y en manos de quién
se encuentran.
Las primeras expresiones de crisis comenzaron en agosto de 2007 y
en casi 14 meses transcurridos desde entonces, se ha ido agravando
hasta llegar a la desesperada solicitud de salvamento hecha por el
gobierno de Estados Unidos al Congreso, después de fracasar las
sucesivas inyecciones de liquidez aplicadas durante un año.
La profundidad de una crisis económica generada a partir de la
explosión de una burbuja financiera depende de su extensión a la
economía real. Si la burbuja solo provoca pérdidas en entidades
financieras, y descensos momentáneos en la Bolsa, la crisis resulta
contenida y no trasciende en gran escala a la economía real, el
problema no es tan grave.
Esto no significa que exista un muro divisorio absoluto entre
economía real y financiera, pues en la práctica los grandes
conglomerados transnacionales tienen ambas actividades dentro de su
estructura y en líneas generales la afectación en una de ellas
repercute en la otra, pero lo que marca la diferencia entre una
crisis financiera y una crisis de mayor calibre, es el grado en que
ella impacta a la economía real (al empleo, al consumo, la
producción industrial, etc.) y la correa de transmisión entre uno y
otro ámbito de actividad es el crédito. La desaparición o el súbito
encarecimiento del crédito, que es como el aceite que permite la
marcha de la economía moderna, es el factor determinante en la
conversión de una crisis financiera en una crisis económica
generalizada de gran profundidad.
Hasta el momento se ha registrado ya cierto impacto en la
economía real de Estados Unidos, aunque se trata solo de los
primeros síntomas. En el mes de septiembre se perdieron en Estados
Unidos 159 mil puestos de trabajo (la cifra mayor mensual en los
últimos 5 años) y el desempleo alcanzó el 6,1%. Es significativo que
de los empleos perdidos menos del 10% lo fueron en el sector
financiero y la mayor parte lo fueron en actividades de la economía
real como la industria automovilística (sus ventas cayeron 32% en
septiembre), la industria informática y la industria textil.
El 57% de los norteamericanos que poseen cuentas en bancos teme
por sus depósitos, a pesar del seguro que los cubre, el que fue
elevado hasta depósitos de 250 mil dólares por el plan de rescate,
aprobado por el Congreso y que trata de frenar el movimiento de
pánico hacia una retirada de depósitos que ya se iniciaba.
EL PLAN RESCATE DEL GOBIERNO DE BUSH.
El plan de rescate del gobierno de Bush ha sido aprobado para
tratar de contener la crisis y evitar su amplificación, pero se le
pueden señalar varias deficiencias:
1-Su cuantía de 850 mil millones de dólares no asegura que sea
suficiente para remediar la magnitud de los créditos "chatarra".
Algunos medios consideran que serían necesarios 5 millones de
millones de dólares y la realidad es que por la sofisticación e
intensidad de los papeles que empapelaron la economía
norteamericana, nadie sabe la verdadera magnitud de los préstamos
incobrables. Es de observar que la reacción de la Bolsa
inmediatamente después de la aprobación del rescate fue a la baja y
cerró esa semana como la peor registrada en siete años, en lo que
parece ser la expresión de la desconfianza en la efectividad del
rescate. Algunas fuentes informan que 2/3 de los créditos
hipotecarios otorgados son incobrables.
2-El rescate no aborda las causas que llevaron a la crisis, esto
es, la desregulación financiera. En esas condiciones, salvar a las
entidades quebradas equivale a refinanciarlas, para que sigan
haciendo lo único que saben hacer: especular. Esto se refuerza por
la lógica de la explicación oficial dada por Bush y Paulson, el
secretario del Tesoro, según la cual la crisis es de "confianza" y
bastaría reflotar las entidades quebradas para que todo funcione
bien de nuevo.
3-Echaría más leña al fuego de los desequilibrios básicos de la
economía de Estados Unidos. Con una deuda pública de 9,6 millones de
millones de dólares, un déficit presupuestal de 450 mil millones
antes del plan de rescate y un déficit comercial mayor de 600 mil
millones, la puesta en circulación de 850 mil millones más no haría
otra cosa que hundir más al dólar.
Aunque algunos analistas hablan de que China pudiera compensar la
caída de Estados Unidos y asumir el papel de locomotora, esto no
parece posible, debido a que Estados Unidos representa el 20% del
PIB mundial y en dólares se hace el 70% del comercio mundial y están
en esta moneda el 65% de las reservas monetarias, pero más que eso,
es el primer comprador mundial aventajando largamente a cualquier
otro país y su mercado financiero (Wall Street) maneja más dinero
que todas las Bolsas europeas juntas.
La crisis actual tiene una diferencia con el crac de la Bolsa de
1987 y el estallido de la burbuja informática en 2001, y es que
ahora los activos en juego no son solo instrumentos financieros
(papeles), sino viviendas donde viven personas. En aquellos
episodios de crisis no hubo colapsos bancarios y ahora el colapso es
ya profundo.
Otro ingrediente de la crisis actual con gran potencial de crear
malestar social, es la ruina de los fondos de pensiones convertidos
por el neoliberalismo en instrumentos especulativos con
administración privada.
Noticias recientes informan que los maestros del estado
norteamericano de Ohio han visto evaporarse sus pensiones porque el
fondo de pensiones fue invertido en entidades quebradas como Fannie
Mae, Freddy Mac, AIG y Lehman Brothers. En Suiza las cajas de
pensionados reportan pérdidas por 30 mil millones de francos suizos.
En México los fondos de pensiones perdieron más de 6 mil millones de
dólares y en Chile —el padre de la privatización de la Seguridad
Social—se han perdido 20 mil millones de dólares.
Esta crisis plantea un desafío teórico y práctico para los
marxistas, para los que defienden el socialismo y en general, los
que luchan por un mundo mejor. En ella se presentan elementos que
responden al análisis marxista clásico de las crisis capitalistas;
otros que entraron apenas en pequeño grado en ese análisis clásico
por corresponder al capitalismo posterior a Marx y Lenin, y otros
que no aparecen allí por ser fenómenos recientes.
En efecto, en esta crisis tenemos la clásica sobreproducción o
superproducción marxista de mercancías que no encuentran demanda
solvente (viviendas en Estados Unidos y posibles capacidades
industriales en China, Japón, Corea del Sur, India diseñadas para
exportar hacia Estados Unidos y Europa), tenemos el estallido de una
burbuja financiera en complejas condiciones de neoliberalismo y
globalización que el marxismo clásico apenas alcanzó a ver en sus
estadios muy iniciales, y fenómenos absolutamente nuevos como la
subproducción derivada del agotamiento de recursos no renovables
como el petróleo, el agua, las tierras fértiles.
Es una crisis que combina la vieja necesidad de sustitución del
capitalismo por su tendencia a generar crisis económicas
destructoras de fuerzas productivas, con la necesidad de
supervivencia de la especie humana, en el planeta sometido a la
depredación no solo económica y social capitalista, sino a la
depredación de las condiciones de vida humanas.
Los resultados socio políticos de una gran crisis económica
capitalista no están predeterminados. Dependen de las fuerzas
políticas actuantes y su maestría para aprovechar la coyuntura
favorable derivada de la ruina, el desempleo, la pobreza, el
descrédito del discurso capitalista, que una crisis implica. De una
gran crisis económica y una guerra mundial surgió la primera
revolución socialista y de una gran crisis económica surgió el
fascismo alemán.
Por el momento, el estado subjetivo reinante en Estados Unidos se
refleja en la siguiente cita del Premio Nobel de Economía 2001, el
norteamericano Joseph Stiglitz, ex asesor económico de Clinton y ex
vicepresidente del Banco Mundial: "Tendremos que rezar entonces para
que un acuerdo (se refiere al plan de rescate) armado con la mezcla
tóxica de intereses especiales, una economía equivocada e ideologías
de derecha que generaron esta crisis, pueda dar como resultado de
algún modo un plan de rescate que funcione o cuyo fracaso no
provoque demasiado daño".
*Centro de Investigaciones de la Economía Mundial |