Cansada de los héroes de carne y hueso en los que muy pocos creen
en medio de guerras que no se ganan, Hollywood ha estado resucitando
a cuánto héroe del comic le caiga en mano. Fantasía por realidad es
la fórmula y buenos dividendos reportan en taquillas figuras como
Batman, Superman, el Hombre araña y muchos otros que nunca pensaron
alcanzar el estrellato en el celuloide.
Pero el tema filmado por Oliver Stone en 1987 sobre banqueros
corrompidos y sedientos de poder tiene una actualidad tal que sería
una insensatez dejarlo pasar.
Stone rodó Wall Street basándose en hechos reales, aunque
cambiando situaciones y el nombre de los personajes (a su haber
tenía una identificación con el tema de primera mano debido a que su
padre había sido corredor de bolsa). Si bien el filme ponía al
descubierto los métodos de un tiburón de las finanzas y los turbios
manejos que suelen regir en la calle más seductora y peligrosa de
los Estados Unidos, no es menos cierto que se apreciaba un tono
moralizante relacionado con la teoría de "la papa podrida": sáquese
la papa del barril (Gordon Gekko) y la fiesta seguirá por felices
rieles.
Hoy el argumento sería más complicado porque entre las "burbujas
especulativas" acabando con medio mundo y la sangre de los suicidas
comenzando a salpicar la bolsa, el asunto toma un cariz trágico y
habría que referirse ya no a la papa podrida, sino al barril (el
sistema financiero) completo.
Wall Street II, que llevará por título El dinero nunca
duerme (tomado de una recomendación del Gekko de Michael Douglas)
tendría que ser entonces, por imponderables de la vida, algo más
abarcador y rotundo. De la trama solo se ha adelantado que seguirá
los pasos de Gekko al salir de la cárcel. Las rejas no le sirvieron
de escarmiento, al contrario, allí ha madurado nuevos métodos
acordes con las facilidades de la globalización (nada de dar la cara
al mundo), lejos él de perder la sustancia ética de su viejo
enunciado: "el triunfo a cualquier precio".
Oliver Stone no será el director, pero si estará Michael Douglas,
ganador del Oscar por Wall Street, aunque sujeta esa
disposición ––según declaraciones del actor–– a una lectura final
del guión que tendría que ser muy malo para no aceptar.
Wall Street II y un tema del ahora que permitirá apreciar si
el cine norteamericano, de frente a un imponderable de su tiempo,
está dispuesto a jugar al duro, prescindiendo de la careta y del
peto.