Harold inagotable

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Con sus 90 años de edad recién cumplidos, Harold Gramatges pudiera decir lo mismo que el poeta: "Confieso que he vivido". Una vida consustancialmente implicada con la creación en la que tanto vale haber sido testigo de una excepcional eclosión histórica como la hazaña de reflejarla desde la trama de los sonidos. Una vida que comenzó el 26 de septiembre de 1918 en Santiago de Cuba y que se ha prolongado fértil y activa hasta el día de hoy.

Afortunadamente los trazos más vigorosos de esa obra han quedado registrados por una discografía multiplicada en los últimos años. De especial mérito son aquellos fonogramas que recogen integralmente sus trabajos para piano (Roberto Urbay), para voz y piano (Conchita Franqui y Marita Rodríguez), la música coral (Exaudi) y la escrita para guitarra, con intérpretes de lujo como Jesús Ortega, Leonardo De Angelis y Marcos Díaz Tamayo.

Se trata de un esfuerzo que todavía no ha estado suficientemente acompañado por la presencia de estas y otras piezas en recitales y conciertos. Lamentablemente en nuestro medio se suele confinar la ejecución a festivales, jornadas conmemorativas, y onomásticos.

En cada temporada sinfónica, por ejemplo, debía ejecutarse al menos una partitura de Harold. Ahí están Sinfonía en mi, In memóriam (dedicada a Frank País), La muerte del guerrillero y el Concierto para guitarra derivado de la música incidental que compuso para la puesta en escena del clásico de Calderón de la Barca, La dama duende.

Un magnífico ejercicio de despliegue técnico y dominio dinámico tendrían los guitarristas que asumieran los Cantos de Villa Grazioli y pienso que todo pianista que quiera tener una pieza clave de la escritura del siglo XX entre nosotros debía incorporar Estudios de contrastes.

Entre las lecciones de Harold para las nuevas hornadas de compositores no solo deben tomarse en cuenta aquellas relacionadas con el hecho sonoro en sí mismo, sino también el entendimiento de la música como una dimensión inagotable de la cultura.

Ello se hace visible de manera muy particular en las canciones donde el compositor expresa su empatía con la lírica de Antonio Machado, Federico García Lorca, Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, Ángel Gaztelu, Pablo Armando Fernández y, por supuesto, José Martí.

Asombrados ante su longevidad activa, muchos han tratado de descubrir el secreto de la reciedumbre existencial del maestro. Quizás esté en lo que dijo a un colega: "No he perdido el entusiasmo, el optimismo, las ganas de vivir y aún soy capaz de sorprenderme y emocionarme ante el talento joven".

 

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