Con
sus 90 años de edad recién cumplidos, Harold Gramatges pudiera decir
lo mismo que el poeta: "Confieso que he vivido". Una vida
consustancialmente implicada con la creación en la que tanto vale
haber sido testigo de una excepcional eclosión histórica como la
hazaña de reflejarla desde la trama de los sonidos. Una vida que
comenzó el 26 de septiembre de 1918 en Santiago de Cuba y que se ha
prolongado fértil y activa hasta el día de hoy.
Afortunadamente los trazos más vigorosos de esa obra han quedado
registrados por una discografía multiplicada en los últimos años. De
especial mérito son aquellos fonogramas que recogen integralmente
sus trabajos para piano (Roberto Urbay), para voz y piano (Conchita
Franqui y Marita Rodríguez), la música coral (Exaudi) y la escrita
para guitarra, con intérpretes de lujo como Jesús Ortega, Leonardo
De Angelis y Marcos Díaz Tamayo.
Se trata de un esfuerzo que todavía no ha estado suficientemente
acompañado por la presencia de estas y otras piezas en recitales y
conciertos. Lamentablemente en nuestro medio se suele confinar la
ejecución a festivales, jornadas conmemorativas, y onomásticos.
En cada temporada sinfónica, por ejemplo, debía ejecutarse al
menos una partitura de Harold. Ahí están Sinfonía en mi, In
memóriam (dedicada a Frank País), La muerte del guerrillero
y el Concierto para guitarra derivado de la música incidental
que compuso para la puesta en escena del clásico de Calderón de la
Barca, La dama duende.
Un magnífico ejercicio de despliegue técnico y dominio dinámico
tendrían los guitarristas que asumieran los Cantos de Villa
Grazioli y pienso que todo pianista que quiera tener una pieza
clave de la escritura del siglo XX entre nosotros debía incorporar
Estudios de contrastes.
Entre las lecciones de Harold para las nuevas hornadas de
compositores no solo deben tomarse en cuenta aquellas relacionadas
con el hecho sonoro en sí mismo, sino también el entendimiento de la
música como una dimensión inagotable de la cultura.
Ello se hace visible de manera muy particular en las canciones
donde el compositor expresa su empatía con la lírica de Antonio
Machado, Federico García Lorca, Nicolás Guillén, Emilio Ballagas,
Ángel Gaztelu, Pablo Armando Fernández y, por supuesto, José Martí.
Asombrados ante su longevidad activa, muchos han tratado de
descubrir el secreto de la reciedumbre existencial del maestro.
Quizás esté en lo que dijo a un colega: "No he perdido el
entusiasmo, el optimismo, las ganas de vivir y aún soy capaz de
sorprenderme y emocionarme ante el talento joven".