Es
el 29 de septiembre de 1933 y los cubanos han querido homenajear los
restos del líder estudiantil Julio Antonio Mella, asesinado en México por orden del tirano Gerardo Machado.
En una gran manifestación camina el pueblo por las calles de La
Habana. Hombres y mujeres marchan unidos, acompañados por los niños
de la Liga de los Pioneros. Unos llevan pancartas, otros banderas,
mas en todos es evidente la indignación ante tanto horror. Basta de
atropellos, se exige una patria libre.
Al frente de la multitud marcha Francisco González Cueto
(Paquito), un niño de trece años que porta un cartel donde se lee:
"Abajo el imperialismo". La manifestación, en su avance, cobra
intensidad. La guía de los pioneros, Charo Guillaume, trata
infructuosamente que el pequeño regrese junto a los demás pioneros.
De pronto los esbirros atacan la muchedumbre. Ante la
brutal represión algunos manifestantes se ven forzados a huir, otros
se enfrentan a los agresores en desigual pelea. Paquito continúa su
avance. Su cartel es el único a la vista.
Tanto empuje y coraje no pasó desapercibido para los esbirros.
Guillaume llama angustiosamente al niño, que se niega a retroceder.
La masacre fue terrible. Las armas enemigas dejaron una estela
sangrienta en el gentío. Paquito cayó con el cráneo destrozado.
El pequeño mártir había nacido en La Habana el 19 de octubre de
1919, era el más pequeño de una familia pobre. Siempre fue un niño
de buen carácter, inquieto, afectuoso y de buen corazón. La figura
de Paquito González se convirtió en ejemplo para todo el pueblo
cubano y especialmente para los niños y jóvenes.