Multifacético en su quehacer artístico, con el don de la
sabiduría y la facilidad didáctica, el artista Nelson Domínguez
celebró la víspera su cumpleaños 61, rodeado de pinceles y colores
en contacto directo con la comunidad.
El poblado de Cojímar, en La Habana, lo vio interactuar con niños
y jóvenes en el recién concluido verano y convertir la figura del
espantapájaros en obra artística. No fue menos en la provincia de
Granma, donde también estuvo presente su trabajo de cultura
comunitaria.
Más recientemente, en Sancti Spíritus, en la zona central de la
Isla, dejó abierta la muestra Sortilegio de los ocres, negros y
grises, integrada por alrededor de 175 obras, en las cuales se
emplean las técnicas de la serigrafía, xilografía y aguafuerte.
Esa exposición, a través de la cual emerge el hombre y sus
contextos recorrerá el país como expresión de la producción gráfica
de este alto exponente de las artes plásticas, en el período que
abarca desde el año 2000 hasta la fecha.
Situado por la crítica especializada en la primera línea de los
pintores cubanos de esta época, Nelson Domínguez se muestra cauto
cuando le hablamos del tema.
Si así fuera, lo cual no es una consideración hecha por mí, no me
ubicaría en ningún lugar. No me preocupan los lugares, pero creo que
ser artista es una responsabilidad individual que uno asume y que
conlleva muchos sacrificios.
La vida de un artista no es sólo ante su obra, sino también ante
sí mismo, y cuando la gente espera mucho de uno, existe un
compromiso de no defraudarla y sobre todo de no defraudarse uno
mismo. Cada pintor tiene su proyecto de vida, pero su vida es parte
de su obra. Mi máxima es y ha sido la duda y eso me motiva a buscar
nuevas dudas, asevera.
En su Galería de la calle de los Oficios número 166, en el centro
histórico de La Habana Vieja, nos sumergimos en ese mundo de dudas,
que se traducen como las motivaciones de un hombre, cuyo talento y
maestría le permiten incursionar en la pintura, la cerámica y la
escultura.
La magia y calidez de los colores tropicales están presentes no
sólo en las plantas que ambientan su galería-estudio y que él mismo
cuida con singular interés, sino también en sus pinturas, algunas de
gran formato, que resultan impactantes.
A esas tonalidades propias de la tierra en que nació, suma el
color negro cuando quiere dar un toque de dramatismo, de fuerza al
mensaje que trasciende desde el lienzo. En la obra de Nelson
Domínguez se refleja la temática de los cultos sincréticos, sin
embargo confiesa que no se ha propuesto ser un pintor de raíces
negras porque en realidad su ambiente natural está en África, aunque
aquí encuentra expresión en el tema de la religión.
Al rememorar la frase martiana de que «Cualquier tierra sirve, si
el hombre sirve», Nelson reflexiona: Yo creo que el tema no es lo
más importante, sino la forma en que tú magnificas algo que no es
trascendente.
En su obra se ha manifestado también ese recuerdo de la tierra
fértil, del aroma del campo por cuyos senderos caminó durante su
infancia en su Baire natal, un poblado del oriente cubano con ricas
tradiciones históricas.
Cuando le preguntamos sobre aquello que más le llena el espíritu
y le hace sentir pleno nos responde: Tengo cuatro hijos y una de mis
más grandes satisfacciones es haber logrado que tres de ellos sean
pintores, aunque hay una de mis hijas que no es capaz de pintar ni
una casita, pero tiene mucha sensibilidad para el ballet, que
también es un arte.
Con una sólida formación académica y un aval en la docencia
durante varios años, gusta de enseñar a los más jóvenes. Su afán de
búsqueda lo conduce a estar investigando siempre, a escudriñar, a
mezclar diversas técnicas, a combinar el humor y la poesía, a
transitar por figuraciones y fantasías que le aportan nueva
luz a su creación.
Precisamente, motivado por esas búsquedas, creó un taller de
gráfica contemporánea, en el que ha logrado reproducir colecciones
no sólo suyas, sino también de pintores como Zaida del Río, Roberto
Fabelo, Flora Fong y otros.
Con distintos formatos, hasta el tamaño de una tarjeta de
crédito, estas series denominadas mini-arte se han presentado en las
Ferias de Artesanía, y también se comercializan en la Galería de
la calle de los Oficios 166.
Otro de los proyectos que desde hace un tiempo viene madurando
este inquieto artista, está relacionado con el poblado costero de
Cojímar.
Se trata de la reconstrucción de una antigua casona, que en
épocas pasadas albergó el hotel Cojímar. Allí Nelson Domínguez
aspira a montar un taller de gráfica, galería-estudio y sala para
conferencias y proyecciones.