La revelación preocupa a especialistas del sector forestal y de
la actividad científico-técnica, teniendo en cuenta que esa
afectación podría significar aproximadamente el 40% de la superficie
reforestada en el territorio.
La situación tiende a complicarse por ser esta una de las
provincias más golpeadas por las adversidades naturales, donde los
bosques apenas cubrían el 13,96% de la geografía antes de que el
inclemente meteoro irrumpiera por el litoral norte.
Tras su ensañamiento contra la flora, se calcula que ese
importante indicador ha descendido más de cinco puntos y que hoy la
floresta no alcanza a cubrir el 9% del suelo.
Así, paradójica, se torna a veces la naturaleza: a lo largo de
todo un año las estadísticas asentaron décimas de incremento en el
área reforestada, y en un pedazo de madrugada Ike echó por tierra
más de cinco puntos porcentuales completos.
A ese indiscutible golpe contra el medio ambiente, se suma el
nocivo efecto que también ha dejado para aves, reptiles, insectos y
otras especies de la fauna territorial.
Mientras era redactado este trabajo, informes en el Consejo de
Defensa Provincial daban cuenta de soluciones en unas 4 500
viviendas de las casi 80 000 dañadas por los vientos, crecía la
cantidad de clientes con el servicio eléctrico, telefónico o de agua
ya restaurados. Por voluntad del país y tesón popular esta
provincia, como las demás, irán pasando cada vez más a la
normalidad. Sin embargo, ¿fluirá con igual rapidez la recuperación
de bosques y áreas reforestadas?
Evidentemente, no. Ese proceso puede ser más prolongado. Su
celeridad, en cambio, no depende solo de la madre natura. Los
tuneros tienen experiencia. Recordemos que por aquí (Manatí) nació
aquel gigantesco y útil movimiento popular de reforestación masiva,
cuyos frutos son visibles en todo el archipiélago. Tal vez este sea
un buen momento para reenergizarlo, de manera organizada, en
barrios, asentamientos rurales, centros docentes y productivos,
unidades forestales.