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una vez dos antiguos vecinos. Sus casas eran colindantes.
El uno era un humilde obrero que, aunque no tenía un alto
salario, sobrevivía, no sin sus escaseces, preocupaciones y
limitaciones. Los problemas irresolutos superaban en número a los
resueltos.
El otro, orgulloso, soberbio y arrogante, se complacía en hacer
gala de sus posibilidades para llevar una holgada vida; además, era
egoísta: no compartía su bienestar ni con su propia familia. Pero lo
más significativo era su desprecio por aquellos que estaban en
desventaja social y material respecto de él. No hablemos de otras
diferencias, como su calidad humana y ética, porque el obrero,
indiscutiblemente, era superior.
Resulta que aquel vecino prepotente gustaba de arrojar basuras y
desperdicios al patio del obrero. Este último, pacientemente, en
evitación de una lamentable confrontación, siempre recogía la basura
y los desperdicios, y los eliminaba apropiadamente, sin causar
perjuicios a nadie.
En cierta ocasión, sobrevino una tormenta local severa que
dispersó, por todo el patio del obrero, la basura y los desperdicios
que el otro arrojaba en él. Increíblemente, su vecino, con aire de
superioridad, preguntó a su vecino si quería que le ayudara a
recoger el reguero de basura y desperdicios, ya que él tenía todos
los instrumentos necesarios para el trabajo.
El obrero, con su sangre fría, pero con inteligencia, respondió:
—No; lo que quiero es que no arrojes más basura ni desperdicios
en mi patio.
¿No suena familiar?: ¿Quieres mi "ayuda"?
—No; lo que quiero es que no me bloquees más.
Estados Unidos, después de estar bloqueando comercial, económica
y financieramente al pueblo de Cuba durante casi medio siglo,
bloqueo que ha provocado en el pueblo cubano escaseces, limitaciones
y sufrimientos, ahora ha montado el show mediático de la "generosa
ayuda" gubernamental de 100 000 dólares, condicionada a una
inspección de evaluación in situ, primero; y, después, la de los
"aviones listos para partir (hacia Cuba) con productos por valor de
cinco millones de dólares".
Pero no ha sido tan sencillo. Todo eso ha estado envuelto en una
madeja de tergiversaciones, verdades a medias y, por qué no decirlo,
en mentiras; con la intencionalidad de presentar al Gobierno cubano
como insensible ante la tragedia de las personas.
La respuesta cubana a cada ofrecimiento de "ayuda" ha sido firme
y digna:
—No; lo que queremos es que no arrojes más basura ni desperdicios
en nuestro patio.
—No; lo que queremos es que no nos bloquees más.