MATANZAS.—
Gustav e Ike convulsionaron a Cuba. No pocas familias perdieron su
vivienda o parte de ella tras el paso de estos huracanes, aunque es
cierto que un número significativo de los hogares destruidos carecía
de una estructura fuerte y sólida.
El daño de mayor consideración ocurrió en los techos. La cubierta
ligera tiene muy poca defensa cuando le faja uno de esos temibles
meteoros. Sin embargo y como bien señala nuestro corresponsal en
Pinar del Río, Ronald Suárez, las viviendas con cubiertas ligeras
aseguradas por sus propietarios mediante disímiles iniciativas,
resistieron los embates del viento en mejores condiciones.
Necesariamente debemos meditar sobre lo sucedido porque vendrán
otros ciclones y hay que acostumbrarse a convivir con ellos. Lo
importante es aprender de las experiencias dejadas por el paso de
ambos huracanes para no repetir errores.
Más allá de restablecer los servicios interrumpidos y otras
acciones, la recuperación es evaluar también cuanto se perdió porque
falló la prevención. Matanzas ya hace lo suyo, revisa allí donde la
negligencia provocó la pérdida, aunque sea una res o la más mínima
libra de arroz. Todo vale, todo debe importar.
Los buenos ejemplos sirven de guía. En la Ciénaga de Zapata la
gente no olvida la lección de Michelle y se las ingenió para que los
techos siguieran como sombreros de sus casas. Las cubiertas ligeras
quedaron allí, después de soportar a Gustav e Ike.
En Jagüey Grande sucedió igual con los medios de enseñanza. Ni
una sola computadora quedó dañada. Trabajadores, estudiantes,
autoridades del territorio lo impidieron. En otros lugares no se
actuó de la misma manera y por eso el análisis oportuno.
Sin duda, no son todavía suficientes las acciones protectoras. A
veces nos confiamos o sencillamente somos demasiado incrédulos. Hay
quienes, incluso, desconfían de los pronósticos y esperan hasta el
último momento para asegurar el hogar cuando en ocasiones ya no hay
tiempo como no sea para refugiarse.
Ante cada amenaza potencial de un huracán siempre será preferible
actuar con mentalidad previsora y hacer el máximo para poner a buen
recaudo o proteger cuanta cosa pueda salvarse, todo lo que
represente impedir pérdidas de vidas humanas y perjuicios
económicos, por aquello de que más vale precaver que¼
Ante el daño ocasionado a un número de edificios institucionales,
estructuras de servicios, almacenes, fábricas y otros inmuebles
estatales, sobre todo en cubiertas, debiéramos averiguar si los
cálculos fueron objetivos y si las acciones preventivas se
cumplieron.
¿Por qué no actuamos con mayor prudencia para evitar que murieran
ahogadas cientos y miles de gallinas ponedoras? ¿Acaso trasladamos a
los animales hacia los lugares más seguros?
¿Resulta un desatino desmontar algunas torres ante la llegada
amenazadora de un terrible huracán?¿Se revisó con tiempo el anclaje
de puertas y ventanas, sobre todo en los pisos superiores, donde el
aire bate más fuerte? Serían muchas las preguntas, pero lo esencial
es estar conscientes de que podemos hacer mucho más para aminorar
las desgracias ocasionadas por un ciclón.
Las huellas externas de Gustav e Ike serían mucho menores si nos
hubiéramos tomado el trabajo de situar apenas un parche en el techo
frágil o asegurar con responsabilidad las tejas del gran almacén o
de la pequeña panadería. Por la morosidad y el descuido hay que
pagar un alto precio adicional. Un remiendo a tiempo, como un amarre
ordinario en el techo de nuestra casa, cuesta mucho menos y evita
penas mayores.