El cineasta cubano Humberto Solás dejó de existir, por
coincidencias del destino o de la vida misma, en estos días cuando
dos de las ciudades preferidas por él para el rodaje de sus filmes,
Gibara y Baracoa, han sufrido los fuertes embates del huracán Ike,
que les hizo perder parte de sus encantos.
Más que pensar en que los desastres ocasionados por este ciclón
pudieran ensombrecer la belleza de las locaciones donde filmó Lucía,
Miel para Ochún o Barrio Cuba, vale aferrarnos a la convicción de
que lo hermoso, lo perdurable, volverá a abrirse paso ante las
adversidades y la figura de Solás seguirá siendo memoria
imperecedera en esos lugares donde ganó el cariño y la admiración de
todos.
Dos ciudades orientales, la Villa Blanca de los Cangrejos como se
le conoce a Gibara, y Baracoa, ejercieron en ese hombre de gran
sensibilidad humana, jovial, conversador y también un soñador de
proyectos, un influjo casi mágico.
En Holguín, cuando preparaba la primera edición del Festival
Internacional de Cine Pobre dialogamos con él y nos hizo comprender
cuánto se puede hacer no solo en el arte, sino en cualquier esfera
de la vida, cuando hay perseverancia, esfuerzo, entrega.
Habló con gran apasionamiento de convertir a Gibara en sede
permanente de estas citas del séptimo arte, de revitalizar allí la
cultura, de hacerla trascender al mundo.
Tenía argumentos que convencían de cómo se podía hacer cine sin
esos grandes recursos, pues la digitalización, las nuevas
tecnologías lo permitían. No se requería de grandes capitales
monetarios, sino de ideas.
Desde 2003, este evento fue consolidándose, ganando adeptos. Cada
edición lo tuvo encabezando el desfile por las calles gibareñas, y
aunque ahora físicamente ha dejado de existir, Humberto Solás abrirá
siempre, de forma simbólica, cada edición del Festival Internacional
de Cine Pobre.
Mientras, en la primera Villa de la Isla fundada por el
Adelantado Diego Velázquez el 15 de agosto de 1511, con el nombre de
Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, la figura del laureado
cineasta cubano vivirá en las claras aguas del río Miel, en las
montañas que bordean la ciudad, en cada locación por donde desandó
un día, dando vida a sus filmes.