Antes de que en la Isla cambiaran las cosas, Alberto Díaz se
había situado como paradigma ser el Richard Avedon cubano: el
fotógrafo gurú de la moda, el fijador del glamour, el hacedor de
caminos para las futuras estrellas. Y no fue poco lo que hizo:
posiblemente en América Latina no haya habido en los cincuenta
ningún otro fotógrafo que reflejase el mundillo de la moda con tanta
penetración y adelantamiento. La marca del Studio Korda (se escribía
así, a lo "americano") comenzó a ser su marca personal, la de
Alberto Korda, proa de una trinidad de fotógrafos (Luis y Genovevo)
que trocaron sus apellidos por el de un famoso director de cine
británico de origen húngaro (Alexander Korda, el de La vida
privada de Enrique VIII) cuya grafía recordaba de algún modo el
sello distintivo de la reina de las películas, el imperio Kodak.
Pero en Alberto, la guaracha de Carlos Puebla cambió de verbo:
llegó el Comandante y mandó a cambiar. Korda cambió y de qué modo.
Registró con puntualidad e imaginación al líder de la Revolución en
aquellas largas jornadas de épica transformación y le tomó el pulso
al pueblo en calles y plazas, por primera vez protagonista de su
destino. Y no por estar en el momento y lugar indicados, sino por su
enorme sensibilidad y probado talento, consiguió el célebre retrato
de Ernesto Guevara que le ha dado varias veces la vuelta al mundo.
Ese es el Korda más cercano. Pero no el único. Por eso la muestra
Korda, conocido, desconocido, abierta en la Fototeca de Cuba,
es un verdadero reconocimiento de una obra gráfica de la que no
podemos prescindir.
En un despliegue museográfico de gran mérito —Cristina Vives y
Diana Díaz, esta última su hija y albacea, curaron la muestra,
trabajo en el que intervino también José A. Figueroa, uno de los más
destacados discípulos del fotógrafo—, el espectador entra en
contacto con muchas imágenes no vistas con anterioridad, tomadas por
Korda y a Korda hasta llegar a un total de 170 obras más 35
gigantografías.
El planeamiento temático de la exposición permite seguir el
desarrollo de una concepción estética de la fotografía: la moda, los
líderes, el pueblo, el mar¼ un registro
variado e intenso en el cual se nos revela la sagacidad de las
composiciones, la poética del gesto, el balance de los espacios, el
contrapunto entre los sujetos fotografiados y su contexto —y el
poder de sugerencia por encima del dato fijado en cada instantánea.
En un ensayo sobre Korda, el crítico norteamericano Bill Lazarow
hacía notar cómo aún en los instantes de mayor epicidad de su obra,
el artista se las arreglaba para componer metáforas y abrir rutas
para el entendimiento de la realidad más allá del hecho gráfico en
sí mismo.
Ayer domingo, el artista hubiera cumplido 80 años de edad. Si la
muerte no lo hubiera sorprendido el 25 de mayo del 2001, Korda
habría ampliado seguramente su obra, pues siempre estaba abierto a
la creación.
Para suerte nuestra, no fue Avedon, sino sigue siendo Korda.