El proceso revolucionario de 1933

Antonio Guiteras, un gobierno de Cien Días y las necesidades del pueblo

René Castaño

La huelga revolucionaria de agosto de 1933 que provocó la caída del tirano Gerardo Machado, la designación como nuevo presidente de la República a Carlos Manuel de Céspedes Quesada —hijo del Padre de la Patria y de quien no heredó genes patrióticos— y su sometimiento al embajador estadounidense Summer Welles, avivaron las chispas emancipadoras del pueblo cubano.

La efervescencia revolucionaria que estremecía al país influyó en la revuelta militar que se produjo en la noche del 4 de septiembre, la cual tuvo su centro en el Campamento Columbia, en La Habana. Los sargentos y soldados de las distintas guarniciones del país se sumaron de inmediato al golpe. Con un cóctel de astucia y bajos instintos, el sargento taquígrafo Fulgencio Batista desplazó a los dirigentes de la sedición y se convirtió en el jefe del movimiento que depuso al presidente Céspedes.

El 5 de septiembre tomó el poder una pentarquía (gobierno de cinco miembros), uno de los cuales era el doctor Ramón Grau San Martín, a quien se le entregó la presidencia el 10 de septiembre de 1933. La Pentarquía duró solo cinco días. Las secretarías de Estado fueron a manos de elementos burgueses, exceptuando la Secretaría de Gobernación, la cual asumió el joven revolucionario y antimperialista Antonio Guiteras Holmes. De esta forma se iniciaba el "gobierno de los Cien Días".

Guiteras contaba con 26 años de edad: era el más joven de los gobernantes cubanos hasta entonces; sin embargo, pronto se ganó la admiración por su austeridad y honestidad. En el libro de gastos de su Secretaría se encuentran anotados desde los centavos que consumía en una fonda de chinos hasta las enormes sumas (procedentes de los fondos de la Secretaría y a las cuales añadía su salario) que utilizaba para alimentar a los cientos de desempleados que acudían diariamente en busca de ayuda.

Él fue el revolucionario de este improvisado gobierno, inspirador o autor de sus medidas populares. Fue él quien presionó, exigió, decretó: la institución del jornal mínimo, la implantación de la jornada laboral de ocho horas, la autonomía universitaria, la Secretaría del Trabajo, el sistema de seguros y retiros para los obreros, los tribunales especiales para juzgar a los machadistas, la disolución de los partidos que colaboraron con la tiranía, el reconocimiento del derecho y el deber de los trabajadores a sindicalizarse, la rebaja de los artículos de primera necesidad, la intervención de la Compañía de Electricidad.

Las contradicciones internas del "gobierno de los Cien Días" (en realidad duró 127) debilitaron y estimularon el caos, la desorganización y la anarquía. La personalidad y los métodos del presidente Grau contribuyeron también a fomentar el desorden.

El avance del proceso lo detuvo un golpe contrarrevolucionario urdido por el embajador yanki Jefferson Caffery y Fulgencio Batista. El golpe de Estado del 15 de enero de 1934 expulsó a revolucionarios y reformistas del gobierno. Guiteras comenzó a preparar la lucha armada. Carlos Mendieta, títere de Washington, subió al poder.

El proceso revolucionario de 1933 constituyó un sólido eslabón de una lucha centenaria. Mediante él, Antonio Guiteras rescató las ideas más puras de la nación, las maltratadas tradiciones patrióticas y demostró un amor infinito por su pueblo.

 

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