Más allá de los excelentes autores reunidos, a ambas las
singulariza un denominador común: la prosa, o el verso, de Raúl
Hernández Ortega, un escritor habanero en medio de un año memorable,
pues otros tres libros suyos serán publicados en apenas unos meses.
Gente Nueva, Ediciones Loynaz y Unicornio convierten en realidad
el anhelo de este ganador del Premio Hermanos Loynaz en su más
reciente edición. Aliblanco, una noveleta para jóvenes; La
trampa del tomeguín, con cuentos para niños y Soliloquium,
de décimas, ya están casi listos para salir rumbo a librerías.
Antes había publicado Lirismo con potros, El día del
camello, Oficio de hombre y Un nido en el sombrero.
Hernández Ortega dirige el Centro de Promoción Literaria Félix
Pita Rodríguez, de La Habana, y la Editorial Unicornio. Pero le
hubiera gustado ser pelotero.
De chico, como no había otro sitio más acorde para jugar béisbol,
igual le resultaba uno de los parques del centro de San Antonio de
los Baños. Muchas veces la pelota golpeó a los ancianos sentados
allí. Nunca se la devolvían, así que hubo de ingeniárselas para
recuperarlas: se les acercó, trabó una peculiar relación y escuchó
sus historias. Entonces, comenzó a pensar en escribir aquellos
relatos.
Para un conversador y cuentero por excelencia, ¿cómo hacer
para que un cuento por escrito no pierda la emoción?
"Una de las cosas en que más medito es la manera de comenzar la
historia. Cuando ya lo tengo, ella camina sola hasta un punto. La
mayoría de las veces no sé cómo terminará, y eso me garantiza la
sorpresa hasta a mí mismo.
"Cualquier historia mantiene el encanto si sabemos contarla. Una
mala historia bien contada puede funcionar, si fuera a la inversa se
pierde".
¿Escribir también poesía ha cambiado las preferencias?
"Prefiero la narrativa. A veces pienso que un día no voy a
escribir más poesía. Ahora la trabajo más en prosa; en ocasiones
desaparecen los lindes, las marcas. La poesía te hace sufrir mucho,
aunque el cuento es caminar por una cuerda floja.
"Me divertí mucho al escribir El emergente, para Escribas¼
Quien logre colocar un cuento en un libro con Padura, Yos, Alexis
Díaz Pimienta, Miguel Terry, Francisco García..., con prólogo de
Félix Julio Alfonso e ilustración de cubierta de Vicente Hernández,
y sobre un tema que lo apasiona, debe sentirse tremendamente
satisfecho".
¿Y la literatura infantil?
"Un acto complicado de creación si lo asumes responsablemente. Y
ha de interesar también a los adultos; porque ellos son los que
compran el libro. Además, los niños requieren esmero en el
tratamiento a las situaciones, el lenguaje... Me duele ver textos
para ellos donde los tratan como si fuesen tontos. En lugar de eso,
son muy sinceros y difíciles de atrapar por la mala literatura.
Tienen mucha energía; si no los enganchas desde la primera página,
nunca lo vas a lograr".
—¿Cuál es el libro que has querido escribir y aún no inicias?
"Quisiera escribir una novela desarrollada en Cuba, en los ’90, y
que a la vez evite el lugar común entre lo discursado sobre esa
época. Hacer algo similar a Balzac. Pero no hablar de delincuentes
ni jineteras, sino la historia de un día en la vida de una mujer que
va a cocinar un caldero de frijoles, algo elemental apenas en
apariencia.
"Sería una historia tremendamente humana, la tragedia de la
mayoría de las personas en el mundo, que no van a una boutique ni
tienen un automóvil ni han podido viajar mucho más que algunos
kilómetros. Reflejaría el acto casi épico de la mujer que vence el
fogón apagado, al pie del cañón alimentando a la familia, a fines
del siglo XX procurando como conseguir el fuego, y en medio de
todo... cariñosa con el marido, dándole un beso al hijo, colocándole
la pañoleta".
Mientras, Hernández Ortega dedica buena parte de su tiempo a
promover la obra de los autores de la provincia mediante la
editorial que dirige. Pronto, junto con Unicornio, también se irá al
estadio. Y nos hará otro curioso regalo, el de los aedas habaneros,
o camagüeyanos como nuestro Guillén, que no solo amaba el verso de
Darío y por tanto escribió: "Pero allá en lo más alto de mi sueño /
Un sitio puro y verde guardé siempre / Para Méndez, el pitcher —mi
otro dueño."