Nicolás Dorr, novelista

Como en el teatro, espero que se queden hasta el final

Leyla Leyva

Para pocos es noticia que Nicolás Dorr (La Habana, 1947) realizó una de las entradas más espectaculares en el teatro cubano, estrenándose, en 1961, a los 14 años, como autor de Las pericas. Luego le sucedieron otras piezas de las que el público y la crítica guardan grata memoria: Una casa colonial (1981), Confesión en el Barrio Chino (1984), Vivir en Santa Fe (1986), Nenúfares en el techo del mundo (1996), Los excéntricos de la noche (1997) o El hombre más codiciado del mundo (2005).

En la amplia obra de este dramaturgo ––que abarca casi una treintena de títulos–– solo cuatro o cinco pueden considerarse "piezas sin estrenar", dentro de un espectro genérico que comprende la comedia dramática, la farsa, el teatro del absurdo, la tragedia, la comedia musical...

Pero ahora Nicolás Dorr ha dado el salto y ha escrito una novela: El legado del caos, que será presentada en el Sábado del Libro, el día 20 de septiembre, a las 11:00 a.m. Una obra que le tomó más de dos décadas completar, luego de algunas interrupciones y un dedicado trabajo de documentación.

La historia cuenta los insólitos avatares de una familia cubana y va desde los inicios del siglo XX hasta alcanzar su final en los años ochenta. Las décadas de los treinta, cincuenta, sesenta y ochenta son claves en la vida de unos pocos pero inolvidables personajes.

¿Nicolás, cómo ha sido ese tránsito suyo de la dramaturgia a la novela?

"Si tomamos en cuenta que toda creación artística parte de una dramaturgia, es decir, de una estructuración de la acción que en ella se desarrolle, este tránsito es natural. Creo que un dramaturgo está en espléndidas condiciones de asumirlo por su dominio en la creación de personajes, contextos y ambientes. Lo más complejo es trabajar la voz del narrador y aminorar la presencia del diálogo, modo de expresión fundamental del drama. En este caso, como una especie de " tour de force", prescindí absolutamente del diálogo, que en la novela por lo general se me hace artificial y literario. Siempre he preferido las narraciones carentes del mismo o con muy poco uso, como en Carpentier, Mujica Láinez o Gabriel García Márquez, por solo citar tres de mis autores favoritos. El ámbito de la creación de personajes, que es lo que hace a una novela sólida y humanamente interesante, junto a la descripción de ambientes y lugares (presencias enriquecedoras en ese género), para un dramaturgo es algo que ya tiene previamente ganado".

Ha dicho en alguna ocasión que cuando escribe parte siempre de un título, ¿cuál es el misterio y el proceso en ese ritual?

"La obtención de un buen título puede provocar gran desazón, tanto como la famosa página en blanco, pues uno aspira a que sea lo suficientemente sugerente, atractivo y original para atrapar al lector o al espectador, y que comience a ubicarlo en los propósitos de la obra. Debo confesar que los títulos se me han dado siempre con gran facilidad y han quedado como permanentes. Junto al esbozo de los personajes principales ya siempre tengo el título como una manera de adueñarme de la historia y darle personalidad propia".

¿Qué elementos le fueron primordiales al momento de asumir la novela, de cambiar de registro para contar una historia?

"Como ya le dije, prescindir de mi experiencia más recurrida: el diálogo. Y la de construir una considerable profusión de personajes, que de llevarlos al teatro, hubiera sido necesario cómo mínimo treinta piezas teatrales. Por otro lado, fue muy placentero trasladar a esta novela, algo que ha sido siempre muy característico en mi teatro: el humor, entremezclado con lo patético. Cuando estrené Las pericas, el público se reía mucho, pero hubo también quienes confesaban haber sentido angustia frente a aquellos personajes sometidos a escarnio. la angustia no la había experimentado en modo alguno pues era casi un niño. Sin embargo, ahora, a estas alturas, el humor y la angustia están presentes de manera consciente y vital".

Un dramaturgo tan exitoso como usted ¿por qué tipo de lector ha apostado? ¿Qué espera del lector de El legado del caos?

"Que la disfrute como me pasó a mí escribiéndola. Me llevó un buen tiempo su redacción y aspiro a un lector que se comporte ante ella como lo han hecho hasta ahora los espectadores con mi teatro, quedándose hasta el final. En este caso, que no la suelte una vez comenzada su lectura, hasta la última página, es decir, la 281. Si me permite, quiero agradecer a Ediciones Unión la publicación tan cuidadosa y esmerada que ha hecho de este texto que aporta nuevos aires a mi producción".

 

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